lunes, 14 de septiembre de 2015

Amor y ratón, Amor y Jirafa por Nair Ehdad



Amor y ratón I:
Me gustaba el peso de su pierna en mi torso desnudo, claro, es que no sé como lo lográbamos pero dormiamos desnivelados. Cuando amanecíamos, yo aparecía boca abajo y tocando el final de la cama con mis pies. Él estaba arriba en el comienzo del colchón por eso su pierna tocaba mi torso. Debería haber tomado esto como el simbolismo del final. Él saliendo hacia arriba. Yo cayendo.
Entonces escuché la puerta y corrí a abrirle. Aunque me frené metros antes para que no se diera cuenta que había corrido. Le abrí la puerta sin espamento,  lo saludé en el cachete, como si fuésemos amigos. Entró. Se sentó. Charlamos un poco desinteresadamente, ni a él ni a mi nos interesaba lo que el otro tenía para decir.
Hasta que se me acercó y me beso. Lo dejamos pasar. Fue un beso pequeño. De esos que sólo apenas rozan el labio, son de esos también que empujan a tirarse al precipicio a quien más quiere. Dejándolo ahí en evidencia. Así fue como yo busqué su boca. Y él me respondió con ese juego idiota de hacerte creer que te va a corresponder el beso y corre la boca. Es como sentar al perro al lado de la mesa mientras se come frente a él, ¡sin tirarle ni un pobre hueso! ¿Con que objetivo jugar con la necesidad de alguien? Acercar y alejar, mostrar pero no dar, ahí en el mismo instante con segundos de diferencias. Me jodió bastante su actitud, entonces me senté con cara de enojo pospuesto. Él rió, ya conocía mis tácticas como yo las suyas.
Hubo unos segundos en silencio, hasta que él me dijo: – Vení a sentarte acá-. Me señaló sus piernas. Prácticamente me teletrasporté a sus piernas, no lo dudé, me senté. Nos empezamos a besar ahora si con esos besos donde perdés la noción de la realidad. Donde te tirás de cabeza al agua, donde sentís todo el aire. Esos besos tan perfectos, tan irrepetibles, tan magníficos. Empezó a rodearme con sus manos tocando toda mi espalda y yo aferrada a sus hombros que son del diámetro justo para saltar al vacío. Hasta que tocó mis tetas, porque vamos a decir las cosas como fueron así sin pudor. De que toque mis tetas lo más hermoso es ver, cómo caben en sus manos. Su mano se despliega, sostiene y acaricia de una manera tan, tan, ¡usted sabe mujer!, ¡usted sabe hombre! a qué me refiero; allí era tal el ardor, el calor, todo parecía ser inflamable.
Decidí dar vuelta la página y cerrar la libreta. Ya hace varias noches que vengo leyendo esto sin hacer nada, tengo la cabeza invadida de imágenes y me contradigo a mí mismo, todo el tiempo. ¿Qué más puedo hacer? Desde un principio debería haberle dicho que fui yo quien encontró está libreta de ¡mierda! ¿Cómo le voy a decir?, ¡es mi amiga! Se va a sentir defraudada, prácticamente violé su intimidad. Porque a decir verdad, yo bien sabía que desde que cortó con el pibe, andaba para todos lados con ese cuadernito, donde escribía lo que pasó entre ellos.
Además, ya me preguntó como quince veces, si se lo había olvido en casa y le dije que no. Ahora no puedo decirle que estaba en casa porque eso sería aceptarle que me tenté a leerlo y maquino eso antes de dormir. No se, pero me empezó a gustar la idea de saber sobre su relación con otro tipo, no de una manera pervertida, sino más bien para saber por si algún día es así conmigo. Y ahí, justo acá, todo se iría al carajo, quedaría en evidencia que me pinta estar con ella, que dudo si es mi amiga o si quiero entrarle como un conejo a la zanahoria.
A veces cuando la veo me dan ganas de contarle y que se ría, que juntos riamos del viaje que me comí, aunque en ese momento me aparece tremendo instinto animal indomable. Me asusto como si fuera un niño mirando debajo de la cama con miedo a encontrar al “cuco”. No logro identificar cuándo empezó esta tortura de creer que me gusta, si hasta ayer no me parecía ni linda. Al principio pensé que eran ratones mentales dando vuelta por cada sitio perverso y oscuro de mi cabeza, claramente por lo que leí. Ratones gigantes que me gritaban cosas como: – Fijate  si sus tetas entrarán en tus manos, ¡ya es momento de encararla!, ¡tenés las manos pequeñas! (seguro el otro las tenía más grandes), ¡vas a rebotar como elástico!-.
Pero ¡ojo! también aparte de deseo sentía amor, una especie gelatinosa y melosa de amor hacia ella, sin saber el cómo, ni el cuándo. Mientras tanto cada vez que la veo, actúo como un perfecto estúpido, como un miedoso, es que estoy envuelto en contradicciones. Quizás le falté el respeto al leer pero a su vez, ahora, quiero faltárselo del todo.

Amor y Jirafa II:
 Realmente me estaba volviendo loco y no precisamente de amor, porque si hay algo que he aprendido hace años es que el amor es reciproco o no es amor. Así decía la vecina Pancha, cuando yo pasaba por su casa del brazo de mi abuela que era tan tierna. Aunque de mano firme, ya que solía darme un pellizcón si me negaba a darle un beso a Pancha, o aún peor, me obligaba a entregarle mi cachete a lo que quedaba de su boca, que era algo así como un pedazo de piel echo un acordeón de arrugas. Cuando Pancha caía en la cuenta que mi saludo estaba dominado por la extorsión de la mano severa de mi abuela, la miraba y exhalaba un suspiro de esos que exhalan quienes han experimentado el desamor, luego decía: – ¡No le pegues al chico! El amor es reciproco o no es amor. ¡Qué no me salude si no quiere!, ya vas a ver, algún día va a querer- El recuerdo de Pancha vino a mi mente unas noches atrás mientras ojeaba la libreta…
Esto es más complejo que mirar las estrellas por un telescopio subida a una bicicleta en movimiento, así, así de difícil es encontrarnos o reencontrarnos, no se, ya no sé.  Ahora cada paso o elección me requiere de diez días de rehabilitación después. Todo lo que digo me da miedo, todo lo que expreso me da inseguridad. Pensé, pensé y nuevamente pensé, pero ya no quiero pensar, pero no existe esa opción, entonces; ¡te quiero! Aunque venía bien esquivando el pasado. Hasta que aparecés y explotan los preconceptos, saltan las deducciones, se abre el frasco de la melancolía que asusta a los latidos del corazón. Entonces ya no elijo, elijen por mí; unos miles de estados emocionales aglomerados, revolucionarios e inmanejables. Como te diré que estoy detrás de ellos asustada en un rincón, esperando que se tranquilicen, que se vayan, que se evaporen, o que alguien los extinga como un bombero al fuego. Sin embargo, trato de ignorar a las olas marítimas que mueven mi interior y uso mi reciente habilidad ¿Sabés que he desarrollado habilidades? ¡He desarrollado a la fuerza la puta habilidad de meterme bien enrollado en el orto las ganas de hablarte! No puedo volver con vos. No puedo, es tan triste ir contra lo que uno quiere… Pero más triste es mendigar donde no hay ni migas. Somos un paraguas roto y mojado que se cerró, ya ninguno de sus resortes se estira como antes. Terminado. Se acabó. Entonces no te vi más y comprendo no hay nada más sincero que no verte.
Pensé, – Esta es la última vez que la leo-. Me mentía una vez más y seguía alimentando a los ratones hambrientos de la fantasía, me gustaba su escribir sobre el tipo, era casi mi ritual para poder dormir. Ahí recordé a Pancha y su decreto sobre reciprocidad, lo cual me puso en una contradicción. Estaba confundido porque después de todo lo que leí sobre ella ya no era mi amiga, sino que era una mujer, un tanto loca, enamoradiza, hasta dramática y exagerada; por lo menos así escribía sobre su anterior relación. Entonces empecé a creer fehacientemente que teniendo tanta información sobre ella, sabiendo tanto de su intimidad, llegaba a la siguiente resolución: La mina no era más mi amiga, así lo decidí esa noche, claro que tampoco era mi amor porque aún no era algo reciproco. Por ende sólo teníamos un vínculo sin ninguna etiqueta, esto me llevaba a una sola salida: La tenía que encarar. Pero no podía olvidar que en algún momento sí fue mi amiga o algo parecido, lo cual eliminaba la opción de usar mis tácticas de seducción normales. Así que debía elaborar una novedosa técnica.
Nada se me ocurría hasta que una tarde, mientras estaba en mi habitación y  el tele estaba en el comedor, prendido como siempre para hacer ruido ya que jamás me siento a mirarlo, en fin, escuché algo así como; “La observación constante de sus ojos profundos y la melancolía infinita que transmite a través de la mirada por sus largas pestañas, además de su peculiar altura son algunos rasgos  característicos de la Jirafa”.  ¡No sabré explicar qué carajo me llamó la atención de lo que escuchaba!, sin embargo, me dije: -Listo, tengo que actuar como una Jirafa, eso, si. La debo intimidar con mis ojos, la debo observar desde la altura, debo mirarla con melancolía, y así acercarme de a poco sigilosamente y al fin dar el zarpazo del beso-.
La llamé con un tono tranquilo, para no generar sospechas, aceptó rápidamente mi invitación lo cual fue un buen presagio. Una hora después, allí estábamos en un silencio tan incómodo que solo el alcohol podía romper. Propuse ir a comprar algo para tomar y en eso busqué mi billetera en el aparador y como estaba nervioso por la situación, se me cayó todo. Ella corrió a ayudarme a levantar las cosas. Estábamos agachados frente a frente, nos mirábamos y en segundos que fueron siglos, podía ver la gota cochina y sudorienta que me bajaba por la frente hasta la nariz, me dije: -¡Va a pensar que me transpira la nariz!- El pensamiento se me hizo en voz alta. Le dije: – No, no,  me transpira la frente, no la nariz- Me miró confundida. – No nada pensaba en voz alta.- quise ocultar el tropiezo.
A todo esto ya la había embarrado demasiado. Así que le busque la boca de una, con los ojos bien abiertos tratando de no olvidar la melancolía en la mirada de la Jirafa. Ella corrió la cara, se levantó rápidamente y lo único que me quedó de una Jirafa fue la altura a la que me elevé de la realidad para no aceptar el rechazo rotundo. La incomodidad se me infló como un globo en la garganta. La vergüenza me asfixió toda la noche y me desesperé de pensar que quizás nunca me podría volver a levantar. Pero a los dos días me acostumbré a la sensación y a la semana se me pinchó con un huesito de pollo. Da tristeza pero también alivio saber que la fantasía es solamente un globo.

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