viernes, 11 de diciembre de 2009

Música para un café

Este cuento lo corregí, lo iba a editar y al final lo saqué. ahora se los dejo de nuevo en este día gris donde la lluvia de los ojos y el cielo, no se detiene. Cuidensen abrazo


Música para un café
(Borrador de una vida)


Acostumbrado equivocado, camino un lunes sin resaca. Las oscuras nubes de mis cuarenta años me abofetean sin pedir perdón, sin explicarme nada. Intento evitarlas, intento escaparme. Entre tanta oscuridad no encuentro el cielo, no encuentro la calma. Un bar en calle San Jerónimo me refugia de mis propios fantasmas. Allí donde termina el centro, donde termina el mundo, donde termina la ciudad, encuentro alguien cuando no esperaba a nadie.
Cruzo la puerta por costumbre. Un salón con olores misteriosos posa frente a mis ojos. Un hombre de bigotes extraños detrás de la barra crea un paisaje colorido. Al fondo, a la derecha, cerca de los baños, un anciano con acordeón y manos temblorosas llamado Atilo, crea canciones abstractas.
Aparece ella sin que la buscara. No espero encontrarla ahí, sentada en una pequeña silla tomando un café, su cuerpo es suave y delicado como la seda. Intento analizar la situación pero mis impulsos, mis pasiones me acercan a su lado.
-Estoy cansado, he viajado por este mundo sin buscar nada. En Katmandú no me dejaron entrar, tampoco quería, solo deseaba saber si alguien en este gigantesco mundo, el gigantesco Katmandú pensaba en mí. Al ver tu mirada triste, incompleta, descubrí como vos deseas volver a amar, deseas pensar en mí. Descubrí que mi alma era tuya-. Todo eso lo expreso sin titubear, fue un impulso, un deseo de cambiar algo. Ella me sonríe pero no me dice nada, yo tampoco espero nada.
Mis ojos se alejan de ella y se acercan a las arrugadas manos de Atilo. Encuentro en sus dedos un hombre cansado, un hombre que espera detener el reloj de su vida, pero su pequeña luz no se apaga. Intento observar sus ojos, pero estos se escapan de mí. El silencio no tarda en llegar y su rostro esta cambiando, sin embargo el todavía estaba ahí, sentado, siempre esperando eso que en cualquier momento llegara.
-Un café- le pido al hombre de bigotes extraños, -un café en jarro solo, sin azúcar-. -¿Por qué sin azúcar, porque sin crema?- Me pregunta mientras se peina el mostacho. Porque creo que las cosas no se pueden esconder. Es verdad que el sabor amargo destruye al hígado y al corazón, pero eso que nos golpea nos hace un poco más fuerte, un poco mas decididos. Tanta amargura le da al café un sabor único. La muchacha de ojos color misterio, color almendra, sigue observándome en silencio.
Sus labios lentamente comienzan a moverse:- escucha una cosa que te tengo que decir, aunque me duela el alma como te duele a ti-. Respira un segundo y sigue hablando.- No puedo enamorarme de ti, soy una pésima persona, destruyo todo aquello que me rodea, soy un laberinto oscuro, redondo que no va a ningún lado, nunca pensé en nadie, nunca viví, nunca me arriesgue, soy una estatua de sal. No sigas mi alma, no sigas mis pasos, solo soy un espejo roto-. Un silencio salvaje rodea el bar, los clientes del lugar se convierten en sombras (el café no llega). Su amarga verdad destroza mis sentidos, mis ojos se pierden en una infinita cortina. Atilo observa aquella pequeña tragedia de un lunes a la tarde y con sus suaves dedos mueve el acordeón. La canción que toca es extraña, desconocida, sin embargo llega a lo mas profundo de mi ser. Mi ser le habla a mi alma, mi alma le habla a mi corazón, mi corazón a la habla a mis labios y mis labios le hablan a ella. -No esta mal que escupas tu verdad desnuda frente a mis ojos, si te quiero ver así, hay lugar aunque creas que esto no da para mas, el lastre vamos a despedir. No busques aquello que te cura, encuentra aquello que te lastima y súfrelo. No tengas miedo a tus sentimientos ¿cuando podrás amar?- Ella me mira, dudando responder una pregunta tan simple y a la vez tan profunda.
Enciendo un cigarro. Con el humo dibujo pequeños círculos, un verdadero símbolo. Trago el humo y sigo hablando. -El mundo se esta partiendo en dos, todo esta por estallar pero seguimos muertos en la estupidez aunque creamos que estamos vivos, y la única respuesta para este inmenso lió es el amor, porque el amor es mas fuerte-. Sus dedos se desplazan sobre la mesa, sobre la servilleta, se levantan, acarician la taza vacía, abrazan las migas descontentas. Tantos movimientos, tantos silencios, tantas frases duras, como una piscina vacía, dan una respuesta. El deseo de irse, el deseo de perderse, el deseo de alejarse de mis ojos, pero se queda. Muda y sin palabras, con los labios sellados, se queda.
La noche llega. Los clientes desaparecen, las persianas se cierran, las luces se apagan, las velas se encienden, solo quedamos yo, mi negrita, el hombre de bigotes extraños y don Atilo. -Destapa el champagne, apaga las luces, ya no pienses mas en nuestro pasado-, me susurra ella. El corcho salta, bebemos como dos alcohólicos desolados, intentamos reír pero los fantasmas del pasado son más fuertes, el tiempo deja su huella imborrable. Las burbujas atacan nuestra memoria y lentamente dejamos atrás nuestras heridas. Miramos el cielo raso, no pensamos en el pasado, chocamos nuestras copas, nos encontramos y somos luz de noche, luz de día, el mundo se frena por un segundo. Dejamos de ser dos ahora somos uno. El sol no se atreve a salir, el acordeón sigue sonando, el hombre de bigotes extraños sigue lavando las copas del pasado.
Las copas se vacían. Observo su rostro y una luz de luna llena en sus ojos yo veo. Entre tantos encuentros vacíos, entre tantos silencios eternos, encontramos una gota en el mar. Por esa pequeña e indiferente gota, el cielo llora. Las gotas rodean el lugar pero no se atreven a entrar. Un suspiro nos separa del agua, un suspiro que desaparece. Cuando ya todo nos asfixia, cuando ya todo nos molesta, la lluvia borra nuestras oscuras huellas, lava nuestras lágrimas invisibles.
Nos levantamos, nos encontramos en el vació lugar de siempre, el champagne se acaba, las estrellas brillan. Tanta poesía echa vida nos inspira, intentamos bailar. -Vamos negrita baila hasta el fin, vamos negrita hacelo por mi-, le digo casi temblando. Nuestra bruta manera de bailar, nuestros pasos torpes, nuestra pasiones ocultas, destrozan una vela, crean un incendio. -Algo se prende fuego-, digo de manera atropellada. Las cortinas, las mesas, las ventanas, las alfombras comienzan a arder. El lugar desaparece despacio como el tiempo, como el mundo, pero nadie grita. La paz de ya no esperar nada y encontrar todo en nosotros dos es hermosa. Afuera sigue lloviendo, adentro todo arde. La gravedad desaparece, flotamos en un cielo rojo como la pasión, como la vida. La tristeza se arruina, las botellas se destrozan, la angustia se quema; pero el hombre de mostachos descuidados sigue limpiando el pasado, sigue flotando en el presente, sigue ocupado en las sucias manchas grasosas de los errores. Nosotros seguimos bailando, don Atilo toca el acordeón.
Después de encontrarnos en un beso eterno, después de haber hurgado entre tanta mierda en la posguerra del amor, después de un antes que no recuerdo, encuentro esto: un bar ardiendo, un hombre que solo mira, un músico que mueve mi alma, dos desconocidos que intentan buscar el amor verdadero, una nada, un ahora. -Eso es mi vida-, pienso, la falta de gravedad, la falta de tristeza nos acerca mas al cielo raso.
El tiempo corre, los días caminan, las horas se escapan, nosotros seguimos flotando, bailando en un mundo perfecto. El lunes dura lo que dura un suspiro, el martes intenta presentar al sol pero no aparece, un miércoles quiere detener nuestros pasos pero no lo logra. Pero llega el jueves, el jueves cobarde que pone telarañas en mi corazón y cierra los ojos de Atilo. Sus ojos dejan de moverse y por primera vez sentimos el fuego que nos rodea, sentimos el crudo sol del jueves, sentimos la desolada lluvia del lunes. Sentimos la muerte y aunque podemos estar sin él ¿como hacer para querer estar sin vos, Atilo? La gravedad aparece, la tristeza se nos ríe en la cara.
Nos perdimos, creo que andábamos pensando, nos volvimos a encontrar, por algún lado dudando, todavía tenemos ganas de probar si la suerte nos va a acompañar o es solo un mito mas. Vamos contra viento y marea (¿porque te fuiste Atilo, porque nos desnudaste frente a tanta miseria?) pero solo vemos la soledad. Queremos meterle un caño, pero ella mete una gamba fuerte y no nos deja seguir soñando. Nuestros tesoros guardados son míseras penas ocultas, solo haya una flor, un buen vino picado, un impuesto de amor del que siempre estuvimos exentos hasta hoy, pero vos Atilo, no estas. Deseamos llorar. Nos abrazamos, nos odiamos, nos separamos, encontramos una flor muerta, un café descafeinado y una guitarra desafinada. Pese a todo seguimos caminando, seguimos yendo juntos a la par.
Todo arde, todo empieza a caerse, el tiempo comienza a existir, el mundo comienza a correr, nos abrazamos a la luna, nos acostamos con el sol. Intentamos ver, entrar, encontrar la calle de la sensación pero solo encontramos pan pese a queríamos sal. Pero el cielo se enciende. Ahora cada estrella que existe es nuestra. Aceptamos esta locura y nos damos cuenta que el café se acaba, el sendero se destruye, es tiempo de buscar nuevos granos, nuevos pasos y nuevas experiencias. En la ciudad gris bares y cafes, tenes que olvidar, nena no podes, Dale Dolores no llorés, dale Dolores no llores, Atilo se fue pero volverá en sus canciones, en sus versos, todo pasa hermosa, todo pasa, luego la beso y me pierdo en sus penas, en sus lagrimas…. (La música no se acaba, ellos siguen viviendo)


Canciones para un café (canciones del cuento):
1 No necesito nada. No te va a gustar
2 Katmandú. Pappo
3 Siempre esperando. La mancha de rolando
4 No puedo enamorarme de ti. Joaquin Sabina
5 El amor es más fuerte. Tanguito
6 ¿Cuando podrás amar? Las pelotas
7 Luz de día. Enanitos verdes
8 Entre el cielo y la tierra. Skay bellison
9 Caña seca y un membrillo. Patricio rey y sus redonditos de ricota
10 Fuego. Intoxicados
11 Después. Las pastillas del abuelo
12 Otro jueves cobarde. Iván noble y Joaquín sabina
13 Juntos a la par. Pappo
14 Contra viento y marea. Las pastillas del abuelo
15 Nos veremos otra vez. Seru Giran
16 Seminare. Sui Generis
17 Todo pasa. Los piojos


viernes, 27 de noviembre de 2009

Haré un poema de la pura nada

Este extraordinairo canto no lo descubrí yo. La historia es extraña estaba medio borracho en una conferencia sobre la locura en la edad media y sin saber muy bien porque, uno de los expositores leyó este hermoso poema de Guillermo de Aquitania coplista del siglo XII. Ahi va espero que les guste:

Canto IV
I
Haré un poema de la pura nada.
No tratará de mí ni de otra gente.
No celebrará amor ni juventud
ni cosa alguna, sino que fue compuesto
durmiendo sobre un caballo.
II No sé en qué hora nací
no estoy alegre ni estoy triste,
no soy huraño ni sociable,
y no puedo hacer otra cosa,
que de este modo fui de noche hadado
en una alta montaña.
III No sé cuándo estoy dormido
ni cuándo velo, si no me lo dicen.
Por poco se me parte el corazón
de un punzante dolor;
pero no doy a cambio el precio de una hormiga,
¡Por San Marcial!
IV Enfermo estoy y temo morir,
y de ello no sé más que lo que oigo decir;
médico buscaré a mi voluntad,
y no sé de uno así.
Buen médico será si consigue curarme,
pero no, si empeoro.
V Amiga tengo, no sé quién es,
pues nunca la vi, por mi fe.
Nada ha hecho que me agrade o me disguste
y no me importa en absoluto,
que nunca hubo normando ni francés
en mi casa.
VI Nunca la he visto y mucho la amo,
jamás obtuve de ella favor ni disfavor;
cuando no la veo, hago caso omiso:
no doy a cambio un gallo.
Que sé de una más gentil y hermosa,
y que más vale.
VII No sé en qué lugar habita,
si es en montaña o si es en llano;
no me atrevo a decir la sinrazón que me hace,
prefiero callar;
y mucho me pesa que ella se quede aquí:
por eso me voy.
VIII Mi poema está hecho, no sé sobre qué.
Me propongo enviarlo a aquel que,
por medio de otro, lo enviará
a Poitou, de mi parte;
y le ruego que de su estuche me haga llegar
la contraclave.

sábado, 8 de agosto de 2009

Hetaira por Lukas del libro Alguna vez en la vida



El día se acaba, nieve negra cae del colorido cielo, las luces se encienden. Un hombre sin prisa, sin rumbo deambula por los edificios, su trabajo se acaba, sus opacos ojos están cansados, necesita paz, placer, liberarse de los papeles y abrazarse a los sentidos, su mente en ruinas debe liberar cálculos inexactos. Busca respuestas inútiles para cualquiera pero esenciales para él. Las horas laborales de Miguel se acaban, las horas de vida aparecen.
Ella acomoda su cabello rubio formando un rizado lleno de misterio, llena sus ojos negros de misterio, el maquilla resalta su mirada. Su cuerpo se perfuma con rosas de placer, su pantalón ajustado resalta sus nalgas, sus pechos esbeltos, cubiertos por una remera transparente, muestran miles de posibilidades. Durante la mañana ella duerme, durante la tarde comprende versos esenciales para el alma, al llegar la noche sus tacos marcan pasos esenciales, perfuma el alma de algunos y acaricia millones rostros olvidados. Ella, es la sabia de Grecia, la protectora de Jesús, la diosa de babilonia, ama sin preguntar, responde preguntas incontestables, Calma a los más primitivos. Los sabios la llaman Afrodita, su documento Maria, Los prósperos mercaderes prostitutas, las mujeres tristes puta, los hombres sin imaginación ramera.
Sobre un cartel de neón se lee: “Las mas bellas señoritas”. Unos vidrios negros ocultan los más oscuros pensamientos de un párroco rencoroso. Un gigantesco gorila de traje cuida la entrada, una mujer triste cobra entradas, Miguel paga sin ganas. Mujeres sin miedo, sin vergüenza a su cuerpo se abrazan y bailan sobres tubos brillantes. Otras, venden cigarros sin magia, algunas ofrecen tragos del olvido o cócteles del recuerdo. Él se acomoda en un blanco sillón de cuero, una triste canción suena en los parlantes. Millones de almas tristes se desnudan para él, eso lo tranquiliza. Un trago del olvido se pierde en su garganta, el pasado es fuerte, no funciona.
Maria se acerca a la sombra de Miguel, acaricia su pierna, observa sus negros ojos- Hola soy Hetaira- susurra Maria, que es Hetaira. Hetaira es María. Su pecho se acerca a los ojos de él. ¿Por qué tan triste? Pregunta ella. ¿Porque ese nombre? Pregunta él, siente que su cuerpo se estimula, que sus peludas manos tiemblan. Se siente importante, ella es importante para ese hombre que solo es una sombra. Una sonrisa pura se observa en sus labios pintados, responde: Las muchachas que amaban por dinero en Grecia se llamaban Hetairas- su delicado cuellos se acerca a los labios de Miguel, continua- Eran las únicas autorizadas a hablar de política, filosofía, poesía, junto con los hombres en los baños públicos- acaricia la oreja de él, continua- Eran protegidas, subsidiarias y después jubiladas por el estado. Se puede decir que fueron las primeras feministas- A mira vos, mira vos, comenta Miguel mas excitado que nervioso.
Algunos billetes se escurren de su mano, ella los recibe con cierta timidez. Ascienden por una pequeña escalera. El olor a placer, rodea los instintos del triste oficinista. La habitación es negra infinitamente negra, millones de puntos rodean las paredes, estas no son ni cortas ni largas, no son ni anchas ni angostas, no son ni altas ni bajas. En algún lugar del cuarto una cama con sabanas de seda los observa de manera cómplice. Sobre su cabecero cuelga un reloj de agua.
Ella desnuda un preservativo de su paquete, él se desnuda y se sonroja. Sus mejillas son coloradas como un tomate. ¿Por qué tan avergonzado?- pregunta divertida con cierta curiosidad.- Es que estoy tan abajo- Responde el hombre desnudo observando su cansado cuerpo. -¿Tan miserable te sentis cuando pagas por sexo? Hay gente que paga el placer con autos, joyas, palabras, lo tuyo es más directo. Todo lo que hacemos en este mundo es para tener buen sexo-. Responde ella recostándolo sobre la cama. Es que el sexo es tan vulgar, es tan humillante estar así. Responde acariciando los dorados cabellos de Hetaira, sus ojos se cierran. Ella levanta su desnudez, su gloria, da vuelta el reloj de agua, se relaja sobre el sexo de Miguel, gime un poco, continua.- Las personas maldicen al sexo porque le tiene miedo. Son capaces de asesinar a sus hijos antes que hablar del encuentro carnal de dos Extraños.- Él se sorprende frente a tan elocuentes palabras, su razón se ilumina, su cuerpo se relaja, acaricia el ombligo de Hetaira, respira, reflexiona en voz alta- Es cierto a lo mejor los grandes problemas de este mundo se deben a la falta de sexo, a la ausencia de paz carnal- Abraza la cintura de ella, observa sus senos y luego pierde su rostro, entre esas curvas redentoras- Eso es tan cierto, Hitler, Bush, los cruzados, la pedofilia, tantos horrores fueron cometidos por personas que odian el placer, la libertad, la vida, la carne. Negar el sexo seria negar al mar, imposible- Comenta ella masajeando los cabellos de Miguel. Besa sus pechos, desciende sus labios, se detienen en el lado izquierdo, lamen una pequeña mariposa tatuada, respira, siente el tacto del sexo de ella, se relaja, reposa su cabeza sobre su cintura, murmura- Somos Ulises, atados al mástil, escuchamos las sirenas pero tenemos miedo de liberarnos, de perdernos en sus cantos de placer, de morir en sus dulces y filosos brazos- Ella abre sus piernas, siente lo divino lo perfecto, continua- Creemos que la razón y el placer son opuestos. Idealizamos el conocimiento, pero despreciamos el tacto humano, nos estamos convirtiendo en tristes calculadoras parlantes.- completa ella rasguñando la espalda de Miguel. Sus uñas son pequeñas garras de inmortalidad, perdiéndose en un cuerpo cansado y golpeado por el tiempo. Las gotas de agua caen, el reloj no se detiene. Miguel entra, sale, despacio, sin apuro disfruta el momento, sus labios se pierden en sus femenino cuello. Los cabellos de ella se confunden con las sabanas, su perfume se pierde en la transpiración de él. Observa aquellas infinitas, delicadas y largas piernas, las besa, dibuja un círculo invisible en su seno izquierdo, dibuja una línea invisible en su seno derecho, los besa, respira, pregunta. No se lo importante es vivir Miguel, a lo mejor los problemas son siempre los mismos, lo que nos hace ser mejores o peores personas, es la forma en que los enfrentamos. A lo mejor todo sea un espiral- reflexiona ella dando besos en forma de espiral por el cuerpo de él- apurate que el tiempo se acaba- Esa frase marca un pasado donde el no fue, un futuro donde no será. Solo queda el presente, solo queda el y ella, la desnudez como único testigo y un orgasmo por terminar. Sus manos se mueven, se extravían, se relajan en los muslos de Hetaira, sus ojos se cierran, solo piensa en ese momento, en ese porque. La tensión, el odio, se desplazan del cuerpo de Miguel, Ella relaja su cuerpo desnudo, sueña, cierra los ojos, expulsa todo su deseo, ella lame sus dedos, Él termina. El reloj no se acaba todavía. El éxtasis del fin los rodea, la luna duerme, los infinitos puntos blancos, las negras paredes de manera lenta, silenciosa se mueven, no lo nota pero ella si.
A veces quiero escapar de toda esta locura, necesito olvidarme del deseo, de la tristeza, de la necesidad, solo quiero una caricia silenciosa, una verdad secreta- lamenta Miguel hundiendo sus dedos en la vagina de ella. El suelo se quiebra, las paredes tiemblan, esta vez lo nota. -¿Que esta pasando?- pregunta asustado. Solo algo posible para un hombre cansado, para unos ojos tristes, para unos labios ausentes de pasión. Responde Hetaira jugueteando con el pene de él. La cama tiembla, las sabanas se arrugan, ella vuelve a entrar en él. Sus ojos se cierran, disfruta el placer invisible de ella. Su vientre se mueve, despacio, rápido, muy rápido, sus pechos saltan. Miguel tiembla, algo rodea sus brazos, la cama asciende, no lo nota, su cuerpo se concentra en un nuevo orgasmo. Abre sus ojos, sus peludos brazos son cubiertos por pequeñas plantas, ella sigue gimiendo. Los puntos blancos giran, saltan alrededor de ellos. Ella se sacude, grita, se mueve sobre el confundido hombre. Las ramas rodean a los amantes, a la cama que sigue escalando hacia un cielo raso que nunca llega. Las paredes, el suelo, el invisible cielo techo son ahora una negra e infinita noche. Los círculos blancos, giran se transforman en estrellas amarillas, se alejan de ellos, se acomodan en el cielo. Debajo de la cama el gigantesco tronco sigue creciendo. La ciudad se convierte en pequeñas luciérnagas de colores formando senderos cuadrados, cuadros redondos, rostros brillosos, no entiende ella gime por última vez y desplaza su cuerpo inmortal sobre el jugo de Miguel. Observar las luces, observa el cielo, las sabanas, las ramas, el desnudo cuerpo de hetiana, no sabe si esta despierto, no sabe si esta soñando.- ¿Que es esto? Su grava garganta tiembla, su nuez de Adán vibra.- No tengas miedo Miguel. Solo observa, tal vez esta sea tu respuesta- responde acomodando su cabellera rubia.-¿ Como lo hiciste, que pa…?- No preguntes tanto burgués de poca fe. Solo vive el momento, en babilonia las prostitutas eran consideradazas divinidades.- ¿Como?- vuelve a interrogas los impulsos, las dudas de un hombre confundido- Eran diosas, Todas las mujeres debían prostituirse una vez en su vida en nombre del placer. Ellas realizaban milagros secretos, invisibles que solo conocían sus amantes. Millones de personas se salvaron, otros amaron, algunos vivieron. Todos tuvieron paz en sus instintos, en sus ideas, en sus sueños. Explica ella limpiando su rostro.
- ¿Que hago?- pregunta Miguel, con cierta curiosidad, con cierto miedo, con cierta inquietud espiritual. -Solo mira- Responde hetiana acariciando la espalda de él. El entusiasta hombre, observa, el cabello, los ojos, la nariz, los labios, los senos, el ombligo, el tatuaje, la vagina, las sabanas, las ramas, el cielo negro, las luces. Encuentra una ciudad, personas amantes de las mascaras, mujeres con dudas, niños llorando, adolescentes deseosos de algo que no llega, personas maduras que ya no esperan, ancianos recordando algo que nunca fue real. Una biblioteca, libros ardiendo en el olvido, todas las letras, las que existieron, las que están, las que todavía no nacieron, encuentra todas las palabras, esas que ya no son, las que todavía viven y algunas que ansían llegar, aparecen todas las lenguas, ninguna esta muerta, todas hablan, todas se confunden y se pierden. Escucha, observa una guitarra desafinada, una voz afónica, ojos miopes, anteojos destrozados. Siente descubre, una pelota desinflada, una vida agotada, un pasado ajeno, una película vieja en su mente, una lapicera sin tinta, un caballo sin vida, un hombre perdido en una bufanda, un perro orinando, un violinista sin música, un sombreo sin cabeza, un plato sin comida. Su mirada se pierde en una autopista sin llegada, una avenida sin postes de luz, sin lámparas, un auto sin ruedas, un círculo sin auto. Tiembla frente a un asesino de la paz, frente a un general enemigo de la libertad. Se conmueve con una mujer transpirando, con un niño naciendo, con un anciano muriendo, con una muchacha llorando, con un amor que se escapa, con una persona que no encuentra, con un café caliente, con una mesa rota, con una niebla sin luz, con un parlante sucio, con una cerveza sin maní. Sus pupilas se marean, cierra sus ojos, los abre, haya un retrato sin personas, un hombre sin rostro, un cuerpo sin penas, un corazón cerrado, un corazón lastimado, una llave sin dueño. Disfruta del asfalto, de las líneas amarillas de la calle, de un poste con cables cruzados, de un nido sin vida, de una electricidad sin nadie. La cama sigue ascendiendo, la civilización desaparece, un nuevo cielo nace, la estrellas bailan alrededor de él, se alejan forman una rosa cósmica, las nubes son espumosas y cómodas, alguien duerme sobre ellas. Un jardín sin suelo, un barranco sin precipicio, una mariposa color arco iris se crean en el cielo acolchonado. Nunca quiso saber tanto pero ahora es un viajero espiritual, descubre los amaneceres, los atardeceres simultáneamente. El amazonas grita en América del sur, la soledad rodea a América central, una tormenta se acerca a América del norte, un viento calido sopla en Europa, el sol se esconde en Asia. Sobre el gigantesco azul, los peces nadan, una ola muere en la arena, la bruma acaricia la arena, un cangrejo camina hacia atrás en la extraña Oceanía. Su piel tiembla en los glaciares del ártico, sus huellas se confunden con la arena del Sahara, sus manos se cansan en los andes, prueba el Nilo, abraza el gran cañón. Los árboles caen, los arbustos se desvanecen, el agua se calla, el mundo ahora solo es azul, solo es verde, solo se forman dos colores armónicos. Miguel se desvanece, sus ojos se cansan, sus pestañas no quieren volver a abrirse, Hetiana lo tranquiliza, besa su oído, lame sus ojos, él se concentra, respira un aire violeta que no existe y observa que la tierra ahora es una pequeña moneda, sobre su lado izquierdo encuentra a Venus ardiendo, a mercurio liso, y poderoso como una inmortal piedra, del lado derecho descubre las rojas, muertas, sabias y solitarias arenas de Marte, una estrella sin luz llamada Ceres, los colores de Júpiter forman caminos infinitos, el anillo de Saturno emite un contaste y dulce perfume, Urano cubre su desnudez pura con delicados anillos, Neptuno es una gigantesca gota de agua, el viento helado de Plutón lo protege. Los planetas se desean, se encuentran, se desencuentran, se odian pero nunca se chocan. El sol baila, coquetea con la luna, son amantes silenciosos. La cama desaparece, el tronco se quiebra, hetiana es un sueño lejano, pero él descansa sobre una pequeña estrella, Sus dedos se encojen, sus manos se acortan, sus brazos ya no son tan largos, sus flacas piernas ahora son pequeñas y gorditas. Sus opacos ojos brillan, su cabello crece, sus arrugan desaparecen. Ahora es un niño, sin alcohol, sin cigarros, sin drogas, sin sexo, sin ropa, sin perros, sin ciudades, sin personas, sin letras, sin barreras, sin lenguas, sin sombrero, sin bufanda, sin violinista, sin anteojos, sin calles, sin deseos, sin voces, sin pelotas, sin juguetes, sin música, sin calles, sin luces, sin mares, sin montañas, sin selvas. Algunas caricias invisibles rodean su pequeña alma. Una revolución espiritual surge en su mente. Su opaca vida ya no tiene colores, solo algo que necesita. Es un niño desnudo que ya no recuerda quien fue, vuelve a ver un universo confuso pero cono ojos inocentes.

jueves, 21 de mayo de 2009

asi estoy yo sin ti

estaba buscando algo, deseando encontral a alguien, pero no encontré nada, casi por accdiente, casi por azar, encontré esta hermosa canción de Sabina. Abrazo cuidensen....
Disco: Hotel, dulce hotel
Autor: Joaquín Sabina
Canción: Así estoy yo, sin ti.

Extraño como un pato en el Manzanares,
torpe como un suicida sin vocación,
absurdo como un belga por soleares,
vacío como una isla sin Robinson,
oscuro como un túnel sin tren expreso,
negro como los ángeles de Machín,
febril como la carta de amor de un preso...,
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Perdido como un quinto en día de permiso,
como un santo sin paraíso,
como el ojo del maniquí,
huraño como un dandy con lamparones,
como un barco sin polizones...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Vencido como un viejo que pierde al tute,
lascivo como el beso del coronel,
furtivo como el Lute cuando era el Lute,
inquieto como un párroco en un burdel,
errante como un taxi por el desierto,
quemado como el cielo de Chernovil,
solo como un poeta en el aeropuerto...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Inútil como un sello por triplicado,
como el semen de los ahorcados,
como el libro del porvenir,
violento como un niño sin cumpleaños,
como el perfume del desengaño...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Amargo como el vino del exiliado,
como el domingo del jubilado,
como una boda por lo civil,
macabro como el vientre de los misiles,
como un pájaro en un desfile...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.