viernes, 11 de diciembre de 2009

Música para un café

Este cuento lo corregí, lo iba a editar y al final lo saqué. ahora se los dejo de nuevo en este día gris donde la lluvia de los ojos y el cielo, no se detiene. Cuidensen abrazo


Música para un café
(Borrador de una vida)


Acostumbrado equivocado, camino un lunes sin resaca. Las oscuras nubes de mis cuarenta años me abofetean sin pedir perdón, sin explicarme nada. Intento evitarlas, intento escaparme. Entre tanta oscuridad no encuentro el cielo, no encuentro la calma. Un bar en calle San Jerónimo me refugia de mis propios fantasmas. Allí donde termina el centro, donde termina el mundo, donde termina la ciudad, encuentro alguien cuando no esperaba a nadie.
Cruzo la puerta por costumbre. Un salón con olores misteriosos posa frente a mis ojos. Un hombre de bigotes extraños detrás de la barra crea un paisaje colorido. Al fondo, a la derecha, cerca de los baños, un anciano con acordeón y manos temblorosas llamado Atilo, crea canciones abstractas.
Aparece ella sin que la buscara. No espero encontrarla ahí, sentada en una pequeña silla tomando un café, su cuerpo es suave y delicado como la seda. Intento analizar la situación pero mis impulsos, mis pasiones me acercan a su lado.
-Estoy cansado, he viajado por este mundo sin buscar nada. En Katmandú no me dejaron entrar, tampoco quería, solo deseaba saber si alguien en este gigantesco mundo, el gigantesco Katmandú pensaba en mí. Al ver tu mirada triste, incompleta, descubrí como vos deseas volver a amar, deseas pensar en mí. Descubrí que mi alma era tuya-. Todo eso lo expreso sin titubear, fue un impulso, un deseo de cambiar algo. Ella me sonríe pero no me dice nada, yo tampoco espero nada.
Mis ojos se alejan de ella y se acercan a las arrugadas manos de Atilo. Encuentro en sus dedos un hombre cansado, un hombre que espera detener el reloj de su vida, pero su pequeña luz no se apaga. Intento observar sus ojos, pero estos se escapan de mí. El silencio no tarda en llegar y su rostro esta cambiando, sin embargo el todavía estaba ahí, sentado, siempre esperando eso que en cualquier momento llegara.
-Un café- le pido al hombre de bigotes extraños, -un café en jarro solo, sin azúcar-. -¿Por qué sin azúcar, porque sin crema?- Me pregunta mientras se peina el mostacho. Porque creo que las cosas no se pueden esconder. Es verdad que el sabor amargo destruye al hígado y al corazón, pero eso que nos golpea nos hace un poco más fuerte, un poco mas decididos. Tanta amargura le da al café un sabor único. La muchacha de ojos color misterio, color almendra, sigue observándome en silencio.
Sus labios lentamente comienzan a moverse:- escucha una cosa que te tengo que decir, aunque me duela el alma como te duele a ti-. Respira un segundo y sigue hablando.- No puedo enamorarme de ti, soy una pésima persona, destruyo todo aquello que me rodea, soy un laberinto oscuro, redondo que no va a ningún lado, nunca pensé en nadie, nunca viví, nunca me arriesgue, soy una estatua de sal. No sigas mi alma, no sigas mis pasos, solo soy un espejo roto-. Un silencio salvaje rodea el bar, los clientes del lugar se convierten en sombras (el café no llega). Su amarga verdad destroza mis sentidos, mis ojos se pierden en una infinita cortina. Atilo observa aquella pequeña tragedia de un lunes a la tarde y con sus suaves dedos mueve el acordeón. La canción que toca es extraña, desconocida, sin embargo llega a lo mas profundo de mi ser. Mi ser le habla a mi alma, mi alma le habla a mi corazón, mi corazón a la habla a mis labios y mis labios le hablan a ella. -No esta mal que escupas tu verdad desnuda frente a mis ojos, si te quiero ver así, hay lugar aunque creas que esto no da para mas, el lastre vamos a despedir. No busques aquello que te cura, encuentra aquello que te lastima y súfrelo. No tengas miedo a tus sentimientos ¿cuando podrás amar?- Ella me mira, dudando responder una pregunta tan simple y a la vez tan profunda.
Enciendo un cigarro. Con el humo dibujo pequeños círculos, un verdadero símbolo. Trago el humo y sigo hablando. -El mundo se esta partiendo en dos, todo esta por estallar pero seguimos muertos en la estupidez aunque creamos que estamos vivos, y la única respuesta para este inmenso lió es el amor, porque el amor es mas fuerte-. Sus dedos se desplazan sobre la mesa, sobre la servilleta, se levantan, acarician la taza vacía, abrazan las migas descontentas. Tantos movimientos, tantos silencios, tantas frases duras, como una piscina vacía, dan una respuesta. El deseo de irse, el deseo de perderse, el deseo de alejarse de mis ojos, pero se queda. Muda y sin palabras, con los labios sellados, se queda.
La noche llega. Los clientes desaparecen, las persianas se cierran, las luces se apagan, las velas se encienden, solo quedamos yo, mi negrita, el hombre de bigotes extraños y don Atilo. -Destapa el champagne, apaga las luces, ya no pienses mas en nuestro pasado-, me susurra ella. El corcho salta, bebemos como dos alcohólicos desolados, intentamos reír pero los fantasmas del pasado son más fuertes, el tiempo deja su huella imborrable. Las burbujas atacan nuestra memoria y lentamente dejamos atrás nuestras heridas. Miramos el cielo raso, no pensamos en el pasado, chocamos nuestras copas, nos encontramos y somos luz de noche, luz de día, el mundo se frena por un segundo. Dejamos de ser dos ahora somos uno. El sol no se atreve a salir, el acordeón sigue sonando, el hombre de bigotes extraños sigue lavando las copas del pasado.
Las copas se vacían. Observo su rostro y una luz de luna llena en sus ojos yo veo. Entre tantos encuentros vacíos, entre tantos silencios eternos, encontramos una gota en el mar. Por esa pequeña e indiferente gota, el cielo llora. Las gotas rodean el lugar pero no se atreven a entrar. Un suspiro nos separa del agua, un suspiro que desaparece. Cuando ya todo nos asfixia, cuando ya todo nos molesta, la lluvia borra nuestras oscuras huellas, lava nuestras lágrimas invisibles.
Nos levantamos, nos encontramos en el vació lugar de siempre, el champagne se acaba, las estrellas brillan. Tanta poesía echa vida nos inspira, intentamos bailar. -Vamos negrita baila hasta el fin, vamos negrita hacelo por mi-, le digo casi temblando. Nuestra bruta manera de bailar, nuestros pasos torpes, nuestra pasiones ocultas, destrozan una vela, crean un incendio. -Algo se prende fuego-, digo de manera atropellada. Las cortinas, las mesas, las ventanas, las alfombras comienzan a arder. El lugar desaparece despacio como el tiempo, como el mundo, pero nadie grita. La paz de ya no esperar nada y encontrar todo en nosotros dos es hermosa. Afuera sigue lloviendo, adentro todo arde. La gravedad desaparece, flotamos en un cielo rojo como la pasión, como la vida. La tristeza se arruina, las botellas se destrozan, la angustia se quema; pero el hombre de mostachos descuidados sigue limpiando el pasado, sigue flotando en el presente, sigue ocupado en las sucias manchas grasosas de los errores. Nosotros seguimos bailando, don Atilo toca el acordeón.
Después de encontrarnos en un beso eterno, después de haber hurgado entre tanta mierda en la posguerra del amor, después de un antes que no recuerdo, encuentro esto: un bar ardiendo, un hombre que solo mira, un músico que mueve mi alma, dos desconocidos que intentan buscar el amor verdadero, una nada, un ahora. -Eso es mi vida-, pienso, la falta de gravedad, la falta de tristeza nos acerca mas al cielo raso.
El tiempo corre, los días caminan, las horas se escapan, nosotros seguimos flotando, bailando en un mundo perfecto. El lunes dura lo que dura un suspiro, el martes intenta presentar al sol pero no aparece, un miércoles quiere detener nuestros pasos pero no lo logra. Pero llega el jueves, el jueves cobarde que pone telarañas en mi corazón y cierra los ojos de Atilo. Sus ojos dejan de moverse y por primera vez sentimos el fuego que nos rodea, sentimos el crudo sol del jueves, sentimos la desolada lluvia del lunes. Sentimos la muerte y aunque podemos estar sin él ¿como hacer para querer estar sin vos, Atilo? La gravedad aparece, la tristeza se nos ríe en la cara.
Nos perdimos, creo que andábamos pensando, nos volvimos a encontrar, por algún lado dudando, todavía tenemos ganas de probar si la suerte nos va a acompañar o es solo un mito mas. Vamos contra viento y marea (¿porque te fuiste Atilo, porque nos desnudaste frente a tanta miseria?) pero solo vemos la soledad. Queremos meterle un caño, pero ella mete una gamba fuerte y no nos deja seguir soñando. Nuestros tesoros guardados son míseras penas ocultas, solo haya una flor, un buen vino picado, un impuesto de amor del que siempre estuvimos exentos hasta hoy, pero vos Atilo, no estas. Deseamos llorar. Nos abrazamos, nos odiamos, nos separamos, encontramos una flor muerta, un café descafeinado y una guitarra desafinada. Pese a todo seguimos caminando, seguimos yendo juntos a la par.
Todo arde, todo empieza a caerse, el tiempo comienza a existir, el mundo comienza a correr, nos abrazamos a la luna, nos acostamos con el sol. Intentamos ver, entrar, encontrar la calle de la sensación pero solo encontramos pan pese a queríamos sal. Pero el cielo se enciende. Ahora cada estrella que existe es nuestra. Aceptamos esta locura y nos damos cuenta que el café se acaba, el sendero se destruye, es tiempo de buscar nuevos granos, nuevos pasos y nuevas experiencias. En la ciudad gris bares y cafes, tenes que olvidar, nena no podes, Dale Dolores no llorés, dale Dolores no llores, Atilo se fue pero volverá en sus canciones, en sus versos, todo pasa hermosa, todo pasa, luego la beso y me pierdo en sus penas, en sus lagrimas…. (La música no se acaba, ellos siguen viviendo)


Canciones para un café (canciones del cuento):
1 No necesito nada. No te va a gustar
2 Katmandú. Pappo
3 Siempre esperando. La mancha de rolando
4 No puedo enamorarme de ti. Joaquin Sabina
5 El amor es más fuerte. Tanguito
6 ¿Cuando podrás amar? Las pelotas
7 Luz de día. Enanitos verdes
8 Entre el cielo y la tierra. Skay bellison
9 Caña seca y un membrillo. Patricio rey y sus redonditos de ricota
10 Fuego. Intoxicados
11 Después. Las pastillas del abuelo
12 Otro jueves cobarde. Iván noble y Joaquín sabina
13 Juntos a la par. Pappo
14 Contra viento y marea. Las pastillas del abuelo
15 Nos veremos otra vez. Seru Giran
16 Seminare. Sui Generis
17 Todo pasa. Los piojos