Camina por las calles del centro con su musculosa blanca, su
pantalón negro, y sus lentes negros. El
rostro pálido, las ojeras profundas marcan un prolongado insomnio de quien da
vueltas en la alcoba y encuentra pesadillas en un tarro de pastillas vacías
junto a perfumes de mujeres abandonadas
en horizontes que él no conoce. El sueño que tanto anhela no llega a su
almohada, a sus sabanas y la mente todavía pregunta. La luna proyecta su
silueta mientras escucha el canto de los grillos.
El mundo que no conoce pero ve todos los días seca su boca y los
ojos alucinados tiemblan frente a las luces de neón. Encontrará una diminuta,
imperceptible y caprichosa diferencia si logra respuestas coloridas a las
preguntas de siempre. Esa abrupta idea le produce escarcha en el pelo y se lo
rasca. Piensa al amor como una bala que vuela en la oscuridad y se pierde en
el horizonte porque nadie sabe a dónde
llega, nadie sabe quién la dispara. Antes de partir, la bala penetra su ya
dañado corazón que espera algo ajeno. Su
mundo explota en añicos infinitos al pensar en la terrible posibilidad.
Sus pasos vestidos de ideas que lo acorralan, son detenidos por una multitud amorfa ansiosa
de observar el espectáculo que la calle ofrece a cambio de respuestas humildes
o sonrisas piadosas en una ciudad bañada en sangre.
̶ Es extraño encontrar tanta gente pero pocas personas juntas, un
lunes por la noche en la ciudad.
Piensa el héroe desconocido, luego atraviesa la multitud entre
gritos de permiso, por favor y gracias. Se detiene frente un escenario en donde
no ha comenzado el espectáculo que transformará
su vida. Sus labios secos son ahora humedecidos por las flores de otoño que
despierta la esperanza olvidada. El violín emite la canción de redención para su
condenada vida. La colorada cortina de ceda se desplaza, entre aplausos
libertarios y antorchas de fuego. La mujer de rizados cabellos, ojos tiernos y con el alma bañada de utopías
cumplidas, surge para regalar el sueño bello y perfecto a la multitud ansiosa
de comprender su andar en ese extraño caos llamado vida. Lleva pantalón campana color verde con líneas amarillas, un
piercing de plata en el ombligo,
musculosa corta verde, collar de plata en su brazo izquierdo y anillos de acero
quirúrgico junto a dibujos hindúes visten sus dedos derechos.
̶ Es ella ha vuelto. Sorprendió mi vida sin sorpresas, ha vuelto a
este mundo sin magia llamado Mirasierras, ¿porque no avisaste, porque no me
saludaste?
Piensa con las manos cerradas, abiertas mientras oye el choque de sus dientes. Corre hacia ella la
abraza, ella lo observa distante finge no entender y le regala una sonrisa
formal; él responde con el silencio de la
culpa. Ella lo calma con la
caricia de quien ha encontrado mil veces, luego
se aleja y vuelve a mezclarse con el gentío. Los brazos de la muchacha realizan malabares
metafísicos con pelotas de tenis
mientras luciérnagas verdes giran a su
alrededor; el violín no detiene su canción tan triste, tan tierna junto al
viento que crea remolinos invisibles.
La brisa de otoño navega por los pantalones de la muchacha, sus pelotas se desarman, las luciérnagas se
desvanecen y ella flota para ser una
canción que jamás terminará. Se pierde
entre las estrellas del mundo.
̶ No, no quiero pasar otra noche solo, otra vida sin ti, no te
vayas. Esto se puso cursi, carajo.
Grita el héroe sin nombre pero nadie lo escucha, ni si quiera ese ángel perdido en el firmamento. Ella se detiene por un
eterno milésimo segundo sobre la Luna y
contempla al mundo. La calma del vacío tranquiliza sus tensiones
internas que son banales desde ese lado del firmamento. Ella es parte del
universo, de la noche y deja de existir o tal vez por primera vez en su vida
comienza a existir. La paz de contemplar todo desde fuera o tal vez la paz de
observar todo siendo parte del todo, la hace olvidarse de sus fantasmas. Una
pregunte surge en la mente de ella: ¿Era eso lo que deseaba en su andar? ¿Solo
viajó, solo se escapó de este mundo para poder alejarse de los demás, de la
vida, de su propia alma? ¿Desea desvanecerse de este mundo sin entender porque
llegó a él? ¿Desea abrazarse con la luna, hundirse en el sol, sin siquiera
conocer al otro, sin sentir los brazos, los labios de aquel que siempre amó
pero nunca pudo amar?
̶ En esta vida soñé contigo, pensé en ti. Ahora entiendo que mi
vida solo es vida contigo, con tus labios, con tus miedos, con tus luchas
internas, con mis labios, con mis miedos, con mis luchas internas. Esto se puso
cursi, carajo.
Piensa ella y el tiempo, dictador invisible, vuelve a circular,
las nubes se mueven otra vez, las estrellas bailan como si nunca se hubieran
detenido, la luna avanza hacia el amanecer de un nuevo día. La gravedad, tirana
intransigente, se despierta y reclama el cuerpo de ella, una velocidad
inacabable la absorbe. El suelo cruel golpea su rostro quiebra su nariz,
elimina su conciencia.
El héroe sin nombre corre
con un paso torpe hacia la muchacha desmayada, sus ojos opacos forman lagunas de sal marcadas por una tormenta no acabada. Siente la miseria
de un mundo sin sentido, de un dios idiota y caprichoso. Esperó a esa mujer
y enfrentó al sueño por ella. Ahora todo
parece imposible, todo parece inútil. La mortalidad del adiós vuelve a
dividirlos pero esta vez para siempre. Ella ya no está, su alma ha escapado, él
la ha perdido, ahora solo es un reloj biológico que espera la hora del final.
Se arrodilla frente a los labios de ella, los prueba, los siente vivos, dulces,
tiernos, cálidos, su tristeza desaparece. Se levanta guarda sus largas manos
blancas en sus bolsillos profundos, sucios y llenos de etiquetas sin
cigarrillos. La morgue llega al lugar, esa muerte absurda debe ser notificada.
La multitud se aburre del espectáculo morboso de observar los restos de un amor
quebrado, se desvanece, se dispersa, se aleja del lugar. El hombre sin nombre
inicia su andar y observa el suelo, las baldosas; sus ojos cerrados abrazan el
dolor que corre por sus venas. La oscuridad parece ser luz, levante su mirada:
encuentra una mujer de rizados cabellos,
ojos tiernos y con el alma bañada de
utopías cumplidas que surge para regalar un sueño bello y perfecto a una
multitud violenta pero ansiosa de comprender su andar en ese extraño caos
llamado vida. Lleva un pantalón
campana color verde con líneas amarillas, un piercing de plata en el ombligo, una musculosa corta verde, un collar
de plata en su brazo izquierdo, anillos de acero quirúrgico y dibujos hindúes
visten sus desnudos dedos derechos.
̶ Es ella, ha vuelto.
Ella lo mira y lo encuentra por primera vez en su vida. Lo
descubre, se besan otra vez. Hoy la muerte no aparece cansada duerme. Tal vez mañana decida volver
y llevarse a esa muchacha, pero mañana el amor habrá encendido su mecha y tal
vez mañana será ayer, y el ayer será ese mañana que nunca desaparecerá.