jueves, 31 de diciembre de 2015

Ayer será mañana por Lukas






Camina por las calles del centro con su musculosa blanca, su pantalón negro, y sus  lentes negros. El rostro pálido, las ojeras profundas marcan un prolongado insomnio de quien da vueltas en la alcoba y encuentra pesadillas en un tarro de pastillas vacías junto a  perfumes de mujeres abandonadas en horizontes que él no conoce. El sueño que tanto anhela no llega a su almohada, a sus sabanas y la mente todavía pregunta. La luna proyecta su silueta mientras escucha el canto de los grillos.

El mundo que no conoce pero ve todos los días seca su boca y los ojos alucinados tiemblan frente a las luces de neón. Encontrará una diminuta, imperceptible y caprichosa diferencia si logra respuestas coloridas a las preguntas de siempre. Esa abrupta idea le produce escarcha en el pelo y se lo rasca. Piensa al amor como una bala que vuela en la oscuridad y se pierde en el  horizonte porque nadie sabe a dónde llega, nadie sabe quién la dispara. Antes de partir, la bala penetra su ya dañado corazón que espera  algo ajeno. Su mundo explota en añicos infinitos al pensar en la terrible posibilidad.

Sus pasos vestidos de ideas que lo acorralan,  son detenidos por una multitud amorfa ansiosa de observar el espectáculo que la calle ofrece a cambio de respuestas humildes o sonrisas piadosas en una ciudad bañada en sangre.

̶ Es extraño encontrar tanta gente pero pocas personas juntas, un lunes por la noche en la ciudad.

Piensa el héroe desconocido, luego atraviesa la multitud entre gritos de permiso, por favor y gracias. Se detiene frente un escenario en donde no ha comenzado el espectáculo que  transformará su vida. Sus labios secos son ahora humedecidos por las flores de otoño que despierta la esperanza olvidada. El  violín emite la canción de redención para su condenada vida. La colorada cortina de ceda se desplaza, entre aplausos libertarios y antorchas de fuego. La mujer de  rizados cabellos,  ojos tiernos y con el alma bañada de utopías cumplidas, surge para regalar el sueño bello y perfecto a la multitud ansiosa de comprender su andar en ese  extraño caos  llamado vida. Lleva pantalón campana color verde con líneas amarillas, un piercing de plata en el  ombligo, musculosa corta verde, collar de plata en su brazo izquierdo y anillos de acero quirúrgico junto a dibujos hindúes visten sus dedos derechos.

̶ Es ella ha vuelto. Sorprendió mi vida sin sorpresas, ha vuelto a este mundo sin magia llamado Mirasierras, ¿porque no avisaste, porque no me saludaste?

Piensa con las manos cerradas, abiertas mientras oye el  choque de sus dientes. Corre hacia ella la abraza, ella lo observa distante finge no entender y le regala una sonrisa formal; él responde con el silencio de la  culpa. Ella lo calma  con la caricia de quien ha encontrado mil veces,  luego  se aleja y vuelve a mezclarse con el gentío. Los  brazos de la muchacha realizan malabares metafísicos con  pelotas de tenis mientras  luciérnagas verdes giran a su alrededor; el violín no detiene su canción tan triste, tan tierna junto al viento que crea remolinos invisibles.

La brisa de otoño navega por los pantalones de la muchacha, sus  pelotas se desarman, las luciérnagas se desvanecen y  ella flota para ser una canción que jamás  terminará. Se pierde entre las estrellas del mundo.

̶ No, no quiero pasar otra noche solo, otra vida sin ti, no te vayas. Esto se puso cursi, carajo.

Grita el héroe sin nombre pero nadie lo escucha, ni si quiera ese ángel perdido en el firmamento. Ella se detiene por un eterno milésimo segundo sobre la Luna y  contempla al mundo. La calma del vacío tranquiliza sus tensiones internas que son banales desde ese lado del firmamento. Ella es parte del universo, de la noche y deja de existir o tal vez por primera vez en su vida comienza a existir. La paz de contemplar todo desde fuera o tal vez la paz de observar todo siendo parte del todo, la hace olvidarse de sus fantasmas. Una pregunte surge en la mente de ella: ¿Era eso lo que deseaba en su andar? ¿Solo viajó, solo se escapó de este mundo para poder alejarse de los demás, de la vida, de su propia alma? ¿Desea desvanecerse de este mundo sin entender porque llegó a él? ¿Desea abrazarse con la luna, hundirse en el sol, sin siquiera conocer al otro, sin sentir los brazos, los labios de aquel que siempre amó pero nunca pudo amar?

̶ En esta vida soñé contigo, pensé en ti. Ahora entiendo que mi vida solo es vida contigo, con tus labios, con tus miedos, con tus luchas internas, con mis labios, con mis miedos, con mis luchas internas. Esto se puso cursi, carajo.

Piensa ella y el tiempo, dictador invisible, vuelve a circular, las nubes se mueven otra vez, las estrellas bailan como si nunca se hubieran detenido, la luna avanza hacia el amanecer de un nuevo día. La gravedad, tirana intransigente, se despierta y reclama el cuerpo de ella, una velocidad inacabable la absorbe. El suelo cruel golpea su rostro quiebra su nariz, elimina su conciencia.

El héroe sin nombre  corre con un paso torpe hacia la muchacha desmayada, sus ojos opacos  forman  lagunas de sal marcadas  por una tormenta no acabada. Siente la miseria de un mundo sin sentido, de un dios idiota y caprichoso. Esperó a esa mujer y  enfrentó al sueño por ella. Ahora todo parece imposible, todo parece inútil. La mortalidad del adiós vuelve a dividirlos pero esta vez para siempre. Ella ya no está, su alma ha escapado, él la ha perdido, ahora solo es un reloj biológico que espera la hora del final. Se arrodilla frente a los labios de ella, los prueba, los siente vivos, dulces, tiernos, cálidos, su tristeza desaparece. Se levanta guarda sus largas manos blancas en sus bolsillos profundos, sucios y llenos de etiquetas sin cigarrillos. La morgue llega al lugar, esa muerte absurda debe ser notificada. La multitud se aburre del espectáculo morboso de observar los restos de un amor quebrado, se desvanece, se dispersa, se aleja del lugar. El hombre sin nombre inicia su andar y observa el suelo, las baldosas; sus ojos cerrados abrazan el dolor que corre por sus venas. La oscuridad parece ser luz, levante su mirada: encuentra una mujer de  rizados cabellos,  ojos tiernos y con el alma bañada de utopías cumplidas que surge para regalar un sueño bello y perfecto a una multitud violenta pero ansiosa de comprender su andar en ese  extraño caos  llamado vida. Lleva un pantalón campana color verde con líneas amarillas, un piercing de plata en el  ombligo, una musculosa corta verde, un collar de plata en su brazo izquierdo, anillos de acero quirúrgico y dibujos hindúes visten sus desnudos dedos derechos.

̶ Es ella, ha vuelto.

Ella lo mira y lo encuentra por primera vez en su vida. Lo descubre, se besan  otra vez. Hoy la  muerte no aparece  cansada duerme. Tal vez mañana decida volver y llevarse a esa muchacha, pero mañana el amor habrá encendido su mecha y tal vez mañana será ayer, y el ayer será ese mañana que nunca desaparecerá.


miércoles, 30 de diciembre de 2015

El mundo de sofia por Tottem Vizmutto



Volverás a verme 
Volverás a la raíz cierta 
Lástima que no me hables más 
El espacio es inmenso 
No puedo mirarte 
 Lástima que no me hables más 
Volverás a verme











domingo, 27 de diciembre de 2015

Silencios que aturden por Ignacio Francisco Boiero




Te quiero tanto como puedo, te vi y te veré y ahí estarás con esa mueca impávida que no sé contestar, no sé conocerte ni sé verte ni sé estar donde vos tan situado y cómodo divagas, no respiró tu aire ni comparto tu espacio, vivo en el humo lejos del ventanal de la exculpación, en medio de la asfixia que representa ese espiral de rechazo propio, en que me veo sin verme, lejos de cómo deseo sentirme, así tan desdichado y sólo, tan lastimero para los demás y tan perdido para conmigo. Así estoy esperando por vos sin esperarte más que en los compulsivos jirones de tu boca mientras oigo alegatos desgraciados y tan sobrios. Y la espera, la excitación de recordarte cuando estoy buscando retazos de cosas para olvidarte, sin dejarte; así alucino yo mi amor; así vivís vos para que viva yo o tal vez yo viva para pensarte a mis espaldas, en la muerte, en el momento de la nada, el acontecimiento del vacío, en que entre telas y bordes me desarmo, con esa ansiedad de ver tu picardía y tu alma, con la ansiedad de sentirte liviano frente a tu balcón de plantas, con la envidia de pensarte respirando sobre ese pecho tieso que te tiene vivo y naciente. Muerte y vida antes de perderme en la última quietud antes del día, donde ambos estemos realmente muertos, donde no haya nada de lo que quizás podría haber sido, y esperando no pensarte para sentirte en cada sollozo, en cada tramo de esa espera tensa hacia el borde de la muerte, otra vez.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

De aquella demencia temporal por Martín Perea








El sueño era cálido y vívido. Hasta que el reloj gritó.
Se despertó sobresaltado con una gota de sudor deslizándose sobre su sien. Era tarde, lo sabía. Buscó entre las sábanas su reloj sin mucho éxito, por lo que prosiguió a vestirse saltando de la cama. No podía perder el tren otra vez, ya había agotado todas sus excusas, tenía que llegar a tiempo.
En un parpadear se encontró en el baño lavándose la cara y por un instante se encontró en el espejo con un desconocido. Cuando llegó a la cocina buscó en la heladera unas sobras para el camino. La radio no funcionaba, pero no había tiempo para preocuparse por aquello.
Sin muchos preámbulos atravesó la puerta y corrió en el instante que el Sol impactó en sus ojos. La precoz ceguera de sus ojos se desvaneció mientras sus pasos avanzaban estrepitosos sobre la vereda.
Vio la cara confundida de su vecino alejarse con el espacio visual. Tenía suerte, al menos, de que la estación se encontraba sólo a una cuadra. Aunque le pareció tal vez la cuadra más larga de su vida.
Al llegar corriendo la gente comenzó a observarlo de manera extraña, pero no se detuvo a analizar la razón. Buscó con su mirada el próximo tren en la pantalla, pero se encontró con una decepción al encontrarla fuera de servicio.
Era tarde y lo sabía. Buscó su celular en su bolsillo, pero no lo encontró. Recordó entonces haberlo olvidado en la habitación.
“Necesito llegar temprano“ se decía sin cesar, pero no conseguía saber con exactitud qué hora era. Se detuvo con ligereza ante un anciano para preguntar, pero éste lo miró y se alejó desconcertado. Luego preguntó a una señora que caminaba lentamente, consiguió una mirada asustada y una respuesta inentendible.
Su preocupación poco a poco lo fue frustrando, a punto tal de necesitar una respuesta. Preguntó a decenas de personas pero no obtuvo nada, parecía como si el mundo estuviera de acuerdo en ignorarlo. Su frustración comenzó a volverse demencia.
El tiempo pasaba, aunque no sabía exactamente con qué exactitud. Anhelaba con toda su persona una respuesta a su pregunta. Se empezó a sentir desorientado, perdido, olvidó su trabajo, su pasado. Su futuro comenzó a volverse indiferente con el paso del presente. El tiempo poco a poco se fue devaluando. La falta de su uso fue de a poco erradicando el recuerdo lineal de cualquier pensamiento que se le ocurría.
Sin mucho esperar, olvido su nombre, su familia, su casa y su vida se volvió un momento. Su vida quedó solo aferrada al presente. Perdió conocimiento de todo lo que en algún momento había aprendido, si es que ese momento había existido.
Se encontró caminando sin propósito en la multitud, fluyendo como una brisa en miel, que comienza con energía y termina agotada hasta el punto de detenerse. Una brisa entre otras que nunca fueron y que sólo son.
Quedó solo el presente, pero un presente sin pasado, es un presente inconsciente. Un presente sin futuro es un presente en vano. Y del tiempo no quedó ni el recuerdo. Y el reloj sangró.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Mil pedazos por Nair Ehdad



Solo se podía ver mi capucha y mis pasos que eran como en salto, iba saltando  los charcos que había en el barro, era tan de madrugada que quizás algún vecino llamaría a la policía y como si fuera poco; iba a terminar preso. Antes de que eso sucediera en vez de tocarle el timbre a Norma le empecé a gritar por la venta, sé que da a su cuarto, le dije con voz tranquila: -Norma, mil disculpas soy yo Gustavo, esta vez me he quedado sin café, sé que cerró hace unos minutos pero ¿Podría venderme café?- . Con voz ronca me respondió:  – Ya te abro-.
Se escuchaban sus pantuflas que raspaban el piso, su andar era despacio, adecuado a su edad que seguro rondaba los setenta. Su instinto era tan maternal que no me retó por despertarla, sino que lo hizo porque estaba desabrigado y andando bajo la lluvia.  Luego me miró con ternura y me dijo: -¿Cuál vas a llevar en grano ó instantáneo?-.  Le pedí uno de cada uno y se rió.
También me dijo que me llevara uno, así después volvía cuando se me acababa,  que a ella no le molestaba atenderme a deshoras y que cada vez que le hablaba en la ventana le alegraba escuchar mi voz, en el barrio habían empezado a decir que yo no estaba bien.
Como era de esperar hice de cuenta que no dijo nada, le pregunté si tenía cambio de cien, entonces le pagué y ella me dio el cambio. Di media vuelta para irme pero como soy torpe me llevé puesto el estante de papitas y las bolsas rodaron por el piso, suspiré hondo y me puse de rodillas a recoger una por una.
Se ve que ella sintió que era el momento para decirme unas palabras, ella que ni siquiera sabía lo que me pasaba, no era ni mi abuela, ni mi madre, pero me lo soltó. No recuerdo exactamente sus palabras, aunque dijo algo así como: a todos en algún momento en la vida algo nos descoloca,  nos pincha la burbuja y no sabemos dónde disparar, todos quieren correr y nadie sabe dónde. Lo mejor es quedarse quieto, dejar que el malestar se quede, recorra tu cuerpo; hasta que se aburra y se vaya como llegó.  Yo terminé de levantar las bolsas, la miré, no emití ni una mueca, le di las gracias y me fui.
Ya en casa con la pava puesta al fuego, esperé que hirviera con la taza en una mano y la bolsa de café lista para ser abierta. Mi ansiedad era tal que transcurrían unos cinco segundos y le sacaba la tapa a la pava, esperando ver ese temblor; ese temblor justo antes de que el agua se llene de las burbujas del hervor. Era eterno el momento, deseaba tanto que se calentará rápido, ¡quería ya mi café!, como quería ya dormir, como quería ya sentirme bien, como quería ya pasar el mal trago del momento de mierda que estaba viviendo. Todo tenía que ser ya, todo tenía que saciar mi ansiedad, mi intolerante sensación que nada la conformaba, que nada la hacía entender que quizás solo debía esperar aburrirse e irse como dijo Norma.
Bebí a sorbos el café y me fui a la cama a probar suerte.
Ojalá el insomnio a vos también te corte la noche en mil pedazos. Eso pensaba cuando resonaban sus putas palabras en mi cabeza, quería no ser el único al cual le quedaba una larga noche por delante. Mis pies tocaban el piso frío, me senté en el final de la cama. No podía dejar  de escuchar la llovizna copiosa de afuera, las ínfimas gotas chocaban la ventana de mi pieza.
Y pensar que en algún momento de mi vida mis pies no llegaban a tocar el piso, que gratificante esa etapa de la niñez cuando colgar de algo o de alguien era una postura natural; piernas cortas y pequeñas balanceándose  a ras de una silla, brazos cortos y pequeños colgando del cuello de un adulto.
Pero ya no soy un niño, soy un adulto que se acaba de despertar del fracaso que fue su intento de dormir. Mi pesadilla es simple y concreta, lograré unos diez minutos en llegar a dormirme y unos segundos tarde en despertarme. Es sumamente desequilibrada la balanza del tiempo. Puedo aún escucharlos como si estuvieran aquí, los escucho detrás de mi pared, su llanto desgarrador, el llanto desgarrador de los hijos que no tendré, de los hijos que no podré socorrer.
No creas que digo esto al pasar, ese maldito doctor me dijo hace dos semanas que soy estéril, ¡que soy estéril!; como el puto cemento, como la puta piedra que no tiene vida.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Fractales por Tottem Vizmutto


Van desapareciendo

Tal vez mi sombras transformare en cuentos

Acudiré a los cerros para ascender

A donde nunca fue jamás un ente

Mis hojas van en blanco no tengo que escribir

Como la luz y el ojo se acompañan

Pise la cara que me quiso destruir y comencé a pintar colores allá



lunes, 30 de noviembre de 2015

Sin permiso por Manuel






"¿qué es la maldad? es impedir que alguien haga lo que puede" Deleuze


Se largó a llover con todo
Lo que tenía guardado el caudal de la bóveda celeste agrisado
Que venía anunciándose Día tras día.
“Por fin un profeta que dice la verdad”  le grite
A las nubes atorrantes y a las corridas
Como un loco mientras guardaba los cactus
Para que no se ahoguen
En el mantra público del cielo.
Hace semanas que no me sale una extirpación
De vocablos y pronunciamientos
Los truenos no frenan y a mí nunca me dio miedo la tormenta
Pero me estaría dando miedo
La soledad del miedo a la tormenta.
Recopilo y recopilo
Textos Fotocopias
Rarezas joyas de una carrera desopilante contra el prontuario
Del mundo.
Necesito anunciarme
Como quien anuncia el fin de siglo
O un temor o una alergia Como lo que sea, anunciarme
En el sentido más amplio el más extenso
De los que he podido desarrollar,
 Aquel que tiene la densidad del sol
 O la infinidad de una hora laboral Todos los poemas de amor
Hablan completa y perdidamente de otras personas
Que nada tienen que ver ya Conmigo.
 Y me lleno de referencias absurdas
Como todas
Para dignificar estas cosas que digo
Porque afuera no para de llover como buscando explicaciones ¿vieron cuando llueve buscando explicaciones?
Así Para dejarlas ahí al resguardo del agua que salpicará una camioneta
Un colectivo la moto del pibe de acá a la vuelta
En un deposito extasiado,
Como un cuadro barroco,
De soledades catalogadas
Y ahí van Las noches en la terraza del edificio departamentos de san martin 613
Las cuentas que no terminan de rendir en la caja de lápices
Una fina descripción de un vestido en todo el cuerpo
Y la certeza de que no se está bien
 En el cajón de la derecha del escritorio que tiene mi estomago
Desde que me olvide la elipse que me llevaba a su casa.
Hay un conflicto en mi interior:
Por un lado, es verdad, uno no tiene la obligación
De escribir todo lo que uno ve
Por otro, también verdad, no siento que algo
Llame a la necesidad de la escritura más
Que por un par de palabras insulsas.
Quisiera saber escribir en francés y presuponer tu ombligo (deseos irracionales)
 Poder armar un boticario y encontrarme un riachuelo
De mariposas contorsionistas
Que formen una medialuna para alojar
 De a una las calmas en el mueble de ropa de invierno
 Pero ahí ya no entra nada
Quisiera dejar esta tristeza para mañana
Que en otras palabras también se puede traducir
A quisiera dejar de escribir para mañana
Ya que nada en el arte enriquece al espíritu
 Y nada de la tristeza pone noble a estos escrúpulos
Quedar en una ruta semivacía
Preguntar una dirección y vararme
Entonces Entre la consumación y la locura
O la degradación y la especie
O entre dos lindas tetas nocturnas
O entre el camuflaje y el hambre

 Básicamente quedar en cualquier lugar incrustrado

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Desterrados por Lukas






Se perdieron en sus temores, Duendes cansados de viajar por abandonadas urbes,              

[mendigaron su arte a cambio de comida,                                                                                                              
[Se sentaron sobre cañada con sus olores sucios, sus  largas barbas, sus perros fieles;                                                                                                       

[cantaron sobre los conspiradores del universo,                                                                    

[supieron que la única verdad es el amor, la música.



Miserables, apuntaron con sus armas descargadas a los hijos de puta del poder,      

[descansaron  solo en Marzo,                                                                                                          

[se congelaron en el infierno,                                                                                                                    

[dieron pedazos de sus almas a los invisibles.



Depresivos, drogados en la oscuridad,                                                                                                 

[hicieron caminar a los muertos por memorias erradas,                                                                 

[se encerraron en el pasado, respiraron el presente,                                                                      

[lloraron mil veces la misma persona.



Durmieron sobre plazas mugrientas, cubiertos (rodeados) por  perros sarnosos, por mendigos ridículos.                                                                                                                                                       
[Mearon en descampados oscuros,                                                                                         

[murmuraron palabras absurdas después del whisky.



Vagabundearon en la noche hasta el borde del río,                                                                                

[se masturbaron hasta dormirse,                                                                                                  


[quedaron insomnes en la negrura,                                                                                                                 

[vieron migajas de heridas en habitaciones sin fe.



Asesinaron pájaros sin piedad,                                                                                                                      

[bebieron el agua del abandono;                                                                                                                        

[Se violentaron por el hecho de aun estar vivos,                                                                            


[Se curaron de esa palabra llamada utopía.



Cayeron del cielo con sus culos sangrados para después humedecerlos en tierras sembradas de soja,  

[ardieron desiertos enteros para luego convertirlos en agua.



Gritaron el amor es cocaína.                                                                                                     

[Palidecieron sus sentidos de tanta “pala” que cubrió sus narices sangrientas              
                            
[Se perdieron en cuentos marxistas, en  voluntades de Nietzsche, en el caprichoso inconsciente de Freud. 



Destruyeron la realidad sin pensarlo, monos armados con navajas desafiladas.                                

[Amenazaron el capital desde sus sillones de cuero                                                                                     

[Se  entregaron a ese oráculo posmoderno llamado Web.



Perdieron la noción del tiempo, el sueño de los santos                                                                                               

[Se desorientaron en la selva                                                                                                                                                

[con ropas viejas, manos sucias y mochilas rotas.                                                                    


[Caminaron somnolientos por calles de tierra en pueblos destartalados,                            


[ardieron bajo un sol frio.



Se sintieron lejos del mundo en una multitud de hippies desdichados,                                                

[mendigaron sexo en rincones alucinados,                                                                                    

[desconocieron su ansiedad conocida.



Cuando el mundo las acorraló, cuando la  tristeza las golpeó,                                                    


[cuando fueron violadas, abofeteadas, engañadas,                                                                                           

[ellas no lloraron,                                                                                                                                         


[tocaron sus bellas tetas cubiertas de semen.



Soñaron con máscaras desnudas                                                                                                            

[hablaron lenguas paganas,                                                                                                                     

[fumaron cigarrillos caseros en madrugada,                                                                                     

[esperaron en terminales abandonadas el viaje a Finisterre,



Tatuaron sus cuerpos, quisieron olvidar el dolor,`                                                                                           

[No pudieron                                                                                                                                                 

[usaron marcos gruesos en sus lentes,                                                                                                              

[comentaron películas húngaras,                                                                                                           


[abandonaron sus joyas para cubrir sus cabellos de piojos.



Cuando fueron golpeados por el honor, por el hambre,                                                                              

[cuando fueron humillados por uniformados,                                                                                           

[ellos lloraron                                                                                                                                            

[tocaron sus jóvenes penes cubiertos de flujo vaginal.



Los vi comer preservativos de frutilla                                                                                                  


[“inmacularon” su juventud,                                                                                                                                  

[vieron arder el odiado futuro.



Los descubrí vomitar                                                                                                                                   

[sonrieron ingenuos,                                                                                                                                

[Me tranquilizaron sus ojos tristes, ensombrecidos.



Ofrecieron sus hojas de ruta a las estrellas a cambio de certezas (mentiras),                     


[masticaron coca en las nubes,                                                                                                                               

[fotografiaron whipalas húmedas.



Fueron chupados por la tierra                                                                                                                                 

[se hallaron                                                                                                                                         


[reposaron una piedra sobre la apacheta.



Se ahogaron en el experimento ridículo de permanecer,                                                            

[probaron su sexualidad hasta alcanzar el orgasmo decadente de un placer nihilista sin historia 

[oyeron el mismo gemido todos los días.



Confesaron en garitas sucias: la existencia es esa tensión entre la locura y la razón         

[perdieron la cabeza por putas tristes.



Navegaron en sombras de rostros sin rostro,                                                                                   

[lloraron a Chávez                                                                                                                                       

[escucharon  Pugliese                                                                                                                    

[hicieron promesas esquizofrénicas a espectros absurdos.



Se Arrodillaron frente a  catedrales anónimas                                                                                 

[suplicaron clemencia                                                                                                                                                                
[Fueron desterrados de ciudades salvajes llamadas civilización



Maldijeron su existencia hasta desaparecer                                                                                                     

[en el calor,                                                                                                                                                                   

[en el océano,                                                                                                                                                                              

[en el huracán de mosquitos,                                                                                                                               

[en alguna parte de Centro América                                                                                                                  

[No lo sé

                                          

lunes, 23 de noviembre de 2015

José Elias Friedberg por Martin Perea








Entrevista al escritor argentino José Elías Friedberg realizada en el Hospital Psiquiátrico de la Provincia de Córdoba. -¿José cómo te afectó la esquizofrenia en los últimos años? -Tengo problemas más graves a los cuales atender, empezando por encontrar mis crayones y plastilinas. Miedos más terribles que me quitan el sueño, no quisiera ser aplastado por un piano en plena Avenida Colón. Después de todo, el suspiro de un borracho es más fuerte que el grito de un santo. -¿Crees que es una enfermedad que podes controlar o que te controla? No le temo tanto a sus puños, sino más a sus palabras, suelen ser disparadas sin preámbulo y me golpean mucho más fuerte. Al menos menos las piñas anuncian su llegada. -¿En los últimos años has sentido algún avance en torno a la escritura o la enfermedad? Me ofendo solo muchas veces pensando en haber cambiado algo. Pero al final me doy cuenta que el que cambia soy yo. O en el peor de los casos, ella. No tengo respuestas para eso hijo. Sólo esta lluvia y nuestra casa sin techo en La Falda. Y si no te habías dado cuenta, las nubes siempre estuvieron adentro, sólo que Sol las hizo parecer cielo. -No te estoy entendiendo ¿Podrías ser más claro? Creo que esta mesa siempre tuvo sus patas mojadas, porque el río no dejó de correr por esta casa. Como la gotera en la cocina nunca cayó en en el suelo. Siempre me cayó en la cara. -¿Cuánto tiempo crees que puedas seguir en este estado? Mi reloj canta desafinado, debe ser por las polillas y la humedad. Recuerdo que algunos días en aquel Septiembre me despertaba en las madrugadas con un rugido de tigre y cuando lo miraba era sólo una liebre dormida. Y yo dormía los minutos que las agujas marcaban, pero los segundos en sí nunca me parecían tranquilos. -¿Pensaste en construir algo nuevo en tu condición? A veces suelo pensar que tiendo a la autodestrucción, pero cuando logro destruirme por completo me encuentro sentado en el sillón del living, sin más que mis calzones y una botella de jugo. Tal vez, del eco de mi derrumbe, siga tratando de vivir este presente, lo cual debo decir, me resulta bastante agobiante e incluso aburrido. -Sigo sin entenderte del todo ¿Cuál creerías que es tu mayor obra literaria? Debería decir que son mis besos, sin ellos el sueño de ser cantante habría muerto en vano. Claro que mi carrera como músico es y será recordada por mis exuberantes letras de jóvenes enamorados, pero entiendo que aquellos fanáticos que han seguido mi trayectoria entienden que detrás de aquél simpático dulce romántico, se esconde un amargo chocolate viudo. Ese chocolate fue de vital importancia para soportar la absurda y necesaria carga de mi vida. -¿Te noto un poco cansado después de todos estos años? ¿Pensaste en retirarte? -¿Usted quién es? ¿Y por qué se incumbe en mis pensamientos? No ve que no tengo tiempo para dilemas racionales. Váyase. Sus preguntas sólo son respuestas camufladas. Váyase y corra hasta que sus pies lloren tanto que la tierra se moje. -Espere, no se vaya, perdón. No fue mi intención asustarlo. Regrese, no ve que el tiempo me observa, regrese por favor, necesito de mi infancia. No se robe mi cordura, temo no recuperarla jamás. -Aunque eso sólo me hace más cuerdo. ¿Me sostiene el micrófono? necesito prender un cigarrillo. -Claro ¿Para eso están los amigos verdad? -¿Desde cuando somos amigos? -Supongo que desde que me lanzaste de aquel precipicio en Formosa. Aún siento las llamas del auto quemándome la piel. -Sabes muy bien que las llamas vinieron de adentro. Mi cabeza siempre fue un infierno. -Y ella siempre lo supo ¿Verdad? -Lamentablemente sí. Sólo que su corazón era demasiado frío para calentarse. -En el fondo del vaso el vidrio quiso ser agua. Siempre agonizó estando con ella. Sólo que nunca terminó de abrazarla completamente. -Ambos sabemos que el agua y el fuego nunca han sido buenos amigos. Pero acá estamos. -¿Muertos? -No, todo lo contrario, vivos. Por amor. Amor al choque. -Entonces, ¿Muertos? -Sí, muertos.