jueves, 31 de diciembre de 2015

Ayer será mañana por Lukas






Camina por las calles del centro con su musculosa blanca, su pantalón negro, y sus  lentes negros. El rostro pálido, las ojeras profundas marcan un prolongado insomnio de quien da vueltas en la alcoba y encuentra pesadillas en un tarro de pastillas vacías junto a  perfumes de mujeres abandonadas en horizontes que él no conoce. El sueño que tanto anhela no llega a su almohada, a sus sabanas y la mente todavía pregunta. La luna proyecta su silueta mientras escucha el canto de los grillos.

El mundo que no conoce pero ve todos los días seca su boca y los ojos alucinados tiemblan frente a las luces de neón. Encontrará una diminuta, imperceptible y caprichosa diferencia si logra respuestas coloridas a las preguntas de siempre. Esa abrupta idea le produce escarcha en el pelo y se lo rasca. Piensa al amor como una bala que vuela en la oscuridad y se pierde en el  horizonte porque nadie sabe a dónde llega, nadie sabe quién la dispara. Antes de partir, la bala penetra su ya dañado corazón que espera  algo ajeno. Su mundo explota en añicos infinitos al pensar en la terrible posibilidad.

Sus pasos vestidos de ideas que lo acorralan,  son detenidos por una multitud amorfa ansiosa de observar el espectáculo que la calle ofrece a cambio de respuestas humildes o sonrisas piadosas en una ciudad bañada en sangre.

̶ Es extraño encontrar tanta gente pero pocas personas juntas, un lunes por la noche en la ciudad.

Piensa el héroe desconocido, luego atraviesa la multitud entre gritos de permiso, por favor y gracias. Se detiene frente un escenario en donde no ha comenzado el espectáculo que  transformará su vida. Sus labios secos son ahora humedecidos por las flores de otoño que despierta la esperanza olvidada. El  violín emite la canción de redención para su condenada vida. La colorada cortina de ceda se desplaza, entre aplausos libertarios y antorchas de fuego. La mujer de  rizados cabellos,  ojos tiernos y con el alma bañada de utopías cumplidas, surge para regalar el sueño bello y perfecto a la multitud ansiosa de comprender su andar en ese  extraño caos  llamado vida. Lleva pantalón campana color verde con líneas amarillas, un piercing de plata en el  ombligo, musculosa corta verde, collar de plata en su brazo izquierdo y anillos de acero quirúrgico junto a dibujos hindúes visten sus dedos derechos.

̶ Es ella ha vuelto. Sorprendió mi vida sin sorpresas, ha vuelto a este mundo sin magia llamado Mirasierras, ¿porque no avisaste, porque no me saludaste?

Piensa con las manos cerradas, abiertas mientras oye el  choque de sus dientes. Corre hacia ella la abraza, ella lo observa distante finge no entender y le regala una sonrisa formal; él responde con el silencio de la  culpa. Ella lo calma  con la caricia de quien ha encontrado mil veces,  luego  se aleja y vuelve a mezclarse con el gentío. Los  brazos de la muchacha realizan malabares metafísicos con  pelotas de tenis mientras  luciérnagas verdes giran a su alrededor; el violín no detiene su canción tan triste, tan tierna junto al viento que crea remolinos invisibles.

La brisa de otoño navega por los pantalones de la muchacha, sus  pelotas se desarman, las luciérnagas se desvanecen y  ella flota para ser una canción que jamás  terminará. Se pierde entre las estrellas del mundo.

̶ No, no quiero pasar otra noche solo, otra vida sin ti, no te vayas. Esto se puso cursi, carajo.

Grita el héroe sin nombre pero nadie lo escucha, ni si quiera ese ángel perdido en el firmamento. Ella se detiene por un eterno milésimo segundo sobre la Luna y  contempla al mundo. La calma del vacío tranquiliza sus tensiones internas que son banales desde ese lado del firmamento. Ella es parte del universo, de la noche y deja de existir o tal vez por primera vez en su vida comienza a existir. La paz de contemplar todo desde fuera o tal vez la paz de observar todo siendo parte del todo, la hace olvidarse de sus fantasmas. Una pregunte surge en la mente de ella: ¿Era eso lo que deseaba en su andar? ¿Solo viajó, solo se escapó de este mundo para poder alejarse de los demás, de la vida, de su propia alma? ¿Desea desvanecerse de este mundo sin entender porque llegó a él? ¿Desea abrazarse con la luna, hundirse en el sol, sin siquiera conocer al otro, sin sentir los brazos, los labios de aquel que siempre amó pero nunca pudo amar?

̶ En esta vida soñé contigo, pensé en ti. Ahora entiendo que mi vida solo es vida contigo, con tus labios, con tus miedos, con tus luchas internas, con mis labios, con mis miedos, con mis luchas internas. Esto se puso cursi, carajo.

Piensa ella y el tiempo, dictador invisible, vuelve a circular, las nubes se mueven otra vez, las estrellas bailan como si nunca se hubieran detenido, la luna avanza hacia el amanecer de un nuevo día. La gravedad, tirana intransigente, se despierta y reclama el cuerpo de ella, una velocidad inacabable la absorbe. El suelo cruel golpea su rostro quiebra su nariz, elimina su conciencia.

El héroe sin nombre  corre con un paso torpe hacia la muchacha desmayada, sus ojos opacos  forman  lagunas de sal marcadas  por una tormenta no acabada. Siente la miseria de un mundo sin sentido, de un dios idiota y caprichoso. Esperó a esa mujer y  enfrentó al sueño por ella. Ahora todo parece imposible, todo parece inútil. La mortalidad del adiós vuelve a dividirlos pero esta vez para siempre. Ella ya no está, su alma ha escapado, él la ha perdido, ahora solo es un reloj biológico que espera la hora del final. Se arrodilla frente a los labios de ella, los prueba, los siente vivos, dulces, tiernos, cálidos, su tristeza desaparece. Se levanta guarda sus largas manos blancas en sus bolsillos profundos, sucios y llenos de etiquetas sin cigarrillos. La morgue llega al lugar, esa muerte absurda debe ser notificada. La multitud se aburre del espectáculo morboso de observar los restos de un amor quebrado, se desvanece, se dispersa, se aleja del lugar. El hombre sin nombre inicia su andar y observa el suelo, las baldosas; sus ojos cerrados abrazan el dolor que corre por sus venas. La oscuridad parece ser luz, levante su mirada: encuentra una mujer de  rizados cabellos,  ojos tiernos y con el alma bañada de utopías cumplidas que surge para regalar un sueño bello y perfecto a una multitud violenta pero ansiosa de comprender su andar en ese  extraño caos  llamado vida. Lleva un pantalón campana color verde con líneas amarillas, un piercing de plata en el  ombligo, una musculosa corta verde, un collar de plata en su brazo izquierdo, anillos de acero quirúrgico y dibujos hindúes visten sus desnudos dedos derechos.

̶ Es ella, ha vuelto.

Ella lo mira y lo encuentra por primera vez en su vida. Lo descubre, se besan  otra vez. Hoy la  muerte no aparece  cansada duerme. Tal vez mañana decida volver y llevarse a esa muchacha, pero mañana el amor habrá encendido su mecha y tal vez mañana será ayer, y el ayer será ese mañana que nunca desaparecerá.


No hay comentarios: