Te supera, te recorre las venas de la memoria y respira
la justicia que llega cuando ya es tarde. Te marea en la injusticia del que no
come, no estudia o no trabaja. Te paraliza en la violencia sobre el “otro”
cuando no reconocemos su humanidad o desconocemos su dolor.
¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos
nosotros que olvidamos nuestras particularidades y nos dejamos arrastrar por
una “verdad” que nos totaliza? ¿Por qué pensamos la dignidad como una
ideología? ¿Por qué acusamos de culpable al que nos incomoda con su miseria?
¿Por qué construimos nuestra identidad denunciando los defectos del “otro”?
Allí sentado el “extraño” nos
atemoriza con su aire, con sus palabras. Vemos sus debilidades como penas que
debe cumplir. Pero olvidamos que sus llantos son los que adentro nuestro, ya no
escuchamos.
¿Quién es el que desaparece pero
todavía vive? Allí está con su rostro y su hombro cargado de pasado. Se
reproduce incontables veces sobre los pies descalzos de los que toman las
calles, pese a que la totalidad los niegue y no aparezcan en los discursos de
quienes difunden la “verdad”.
Ahí están los que desaparecen
pero aparecen, en las voces de quienes no se callan frente a una idea impuesta,
de quienes no naturalizan la miseria humana. Ellos se resignifican en la voz de
los que ya no se soportan a sí mismos.
No se aguantan a sí mismos cuando
comprenden que sus egos occidentales, blancos y patriarcales, los arrastran
hacia individualidades expresadas en cárceles de miedo que los paralizan y los
alejan de toda humanidad posible. Se trata del que ve, descubre al desconocido,
al anónimo que desaparece y aparece mil veces en una exterioridad totalmente
diferente a la mía. Ese que nunca comprendí, ajeno a mí, me salvará. Mi
libertad será la libertad del otro.
Bajemos las armas, destruyamos
las máscaras. Entendamos que si negamos nuestro pasado, desconocemos nuestro
presente, la violencia explotará en nuestro rostro. Una obviedad que siempre
olvidamos. Porque después de cuarenta preguntas, después de que nos perdamos
otra vez, solo nos encontraremos en la voz del “otro” que tantas veces hicimos desaparecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario