lunes, 28 de marzo de 2016

Aprender a tener gatos por Julia Mensa


"Aprender a tener gatos”, es justamente aprender a no tenerlos.
Actuamos así, agarramos, poseemos, no soltamos, vivimos con miedo a eso que se escapa y no sabemos cuando vuelve.
Cuántas veces le abrí la puerta a Margarita para que entre a la casa porque maullaba desde afuera. Y casi con arrogancia y esa maldita ansiedad que me acompaña gritarle:
- Dale Margui, entrá. ¡Dale! Margui, dale que está frio. ¡Daleeee!
Y ella, nada. En su tiempo y en su ritmo. Me mira, huele el piso, los bordes de la puerta. Quizás pasan unos minutos y recién decide entrar. Yo con enojo, agarrando la manija de la puerta, la veo. Indignada de verla tan libre, indignada por todo lo que me enseña cada vez. Lo ansiosa que soy.
Malditos y bellos gatos. Felinos. Felinos de la vida. Que pareciera que actuaran sin miedos. Que nos muestran que nuestros tiempos nunca son los ajenos.
Amo a los perros (Sí, aguante el Max y todos carajo) pero amamos ser amas, o amos. Que venga rápido, que este ahí cuando yo lo llamo. Fieeeeles. Sí, eso nos encanta. Saber que siempre van a estar. Que nunca se van. Y aunque digamos que es por la fidelidad que los perros son lo más, querramos o no, es una relación en la que poseemos. O por lo menos nos hacemos creer eso. Por miedo. Como casi todo lo que hacemos. Forras jaulas de pensamiento y miedo nos atan. A hacer de un modo, a esperar poco y a esperar lo mismo que yo haría del otro. A no ser libres.
Los gatos si son más libres y “tener un gato”, es permitirnos vivir viendo eso.
Que los vínculos no se poseen, se cuidan, se disfrutan en el tiempo de entrega mutua, se aman y sin amos ni amas. Dejando de pensar en “mi” gata o en “mi” perro. Comparto que cuando una tiene un gato, sabe que no lo está teniendo.
Y digo… ¿no? Esa relación que tenemos con los animales. ¿No la tenemos con nuestro “pares”? Con esos y esas que llamamos humano. Si al final somos eso. Aunque bien mentidos compañeros. Animales.

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