viernes, 20 de noviembre de 2015

Hace fuma por Nair Ehdad


 Nadie hizo nada, miraban como redujeron a Luisito y lo tiraron al piso mientras le pegaban unas patadas, él les trataba de explicar que vivía en esa cuadra, que no tenía drogas, además que no era choro. Ellos solo aducían “proteger, prevenir y parar el merodeo dudoso”, por más que el DNI de Luisito dijese que ese merodeo era en la esquina de su casa, eso no importaba. Como decía nadie hizo nada, así me lo contaron, esa tarde yo no estaba en casa.
Al otro día casi me trenzo con la Mirna en la verdulería cuando describía la apariencia de Luisito mientras usaba descalificativos como; “negro de mierda”, “chorro”, “vago”, “drogadicto”. Todas injurias, todas mentiras sobre él. Mi vecino de años, el niño que me acompañaba a hacer los mandados, ¡Cómo no me van a dar ganas de tirarle los ruleros a la vieja está! Dice atrocidades sin saber, aunque según ella sabe porque lo escuchó hablar a Mario Perejil en su programa de radio y él no miente; “la juventud está perdida”. No la pude agarrar porque era mi turno para comprar, me puse a elegir la verdura y cuando terminé me le fui al humo, pero claro después de desparramar todo su veneno se fue la "señora" Mirna.
Me fui hasta casa pensando, ¿Hacia cuánto no veía a Luisito?, ¿Hacia cuánto no charlaba con él?, últimamente solo nos saludábamos desde lejos, me preocupaba que estaba sintiendo porque con sus quince años estaba conformándose como persona y esas etiquetas no podían llegar a sus oídos, él aún era como todo adolescente; una esponja que absorbía todo lo que venía de afuera, desde gustos musicales hasta los crueles prejuicios de la gente.
Entonces esa tarde me asomé cada tanto a la ventana a ver si lo veía y le invitaba unos mates, pero a la que vi primera fue a la Mirna,  parece que le encanta andar abriendo la jeta por el barrio y tuvo la mala suerte que la escuche, le decía a la otra señora que caminaba con ella; -  Ves ahí en esa casa, ahí vive el chorito que llevaron preso el otro día-. Y señalaba la casa de mi vecino, me le fui al humo y está vez no se me escapó. Más o menos le dije que fuera a confesarse antes de seguir mintiendo, porque se iba ir al infierno por prejuiciosa y  por golpearse el pecho después. Ella me gritaba y me decía algo que no escuche bien porque dí media vuelta y me fui. Hasta pena da escucharla hablar, ¿Cómo una persona puede pifiarle tanto a su hablar y a su supuesta “bondad” religiosa? Me refiero a cómo puede llenarse la boca hablando del amor, de la bondad y la devoción que aprendió de su religión pero apenas puede tapa su hablar de prejuicios sin fundamento; ¿Cómo puede tirar una piedra y al mismo tiempo rezar sobre ella? Y me hago más preguntas como está, hasta que caigo en cuenta que esa es la diferencia que hay gente que no se pregunta cosas, hay gente que no da lugar a la duda; a esa duda que te llena el cuerpo de inquietudes, que no te deja de hacer cosquillas hasta que vas y averiguas, hasta que vas y lees, hasta que vas y consultas.
Por eso fiel a mi pensamiento le grité a Luisito cuando lo vi pasar y lo invite a tomar unos mates, ahí nomas en el frente de casa. Estaba instalada con sillas, mesa, criollitos y mates, vamos a decir la verdad; estaba esperando verlo para invitarlo. Él no entendía porque lo invitaba pero igual se sentó, no se negó es bastante educado. Le empecé a hablar muy simpática tratando de que se sintiera cómodo, pero él lo único que hacía era mirar su celular, cosa que no me llamo la atención ahora la mayoría anda a toda hora con ese aparatito. Sí me llamaba la atención que me esquivara la mirada, que estuviera nervioso y hasta como desatento a veces,  se reía más de la cuenta, eso que no dije nada gracioso. En eso pasan unos chicos y le gritan: -¡EEhh Luisito hacé fumá!-. Él primero se ríe y después me mira, entonces noté que cuando se río se le escondieron los ojos, le dije sin vueltas: - ¿En qué andas Luisito?-. Él muy tranquilo me sorprendió con su respuesta me dijo que estaba re loco que prefería irse con los pibes, que si yo no necesitaba nada prefería irse. Acá tuve que pensar muy fríamente él confiaba en mí, me estaba siendo sincero, me lo decía con toda confianza y seguridad como diciendo “¿Quién no se fuma un porrito hoy en día?”.
Retarlo no era una opción viable, además no había porqué retarlo, es su vida y son sus decisiones, aunque sí me preocupaba si sabía discernir en qué momento hacerlo. Hablando a calzón quitado yo nunca he probado marihuana, pero si yo ahora tomaba una postura a lo Mirna iba a terminar echándolo de casa a los gritos, menos mal que no soy ella y que pude charlar amenamente con Luisito. Decirle que me parecía bien aunque iba a buscar más información sobre el tema y hasta quizás algún día podíamos fumar uno juntos, y acá él casi se descostilla de la risa.
Se habrá quedado unos cuarenta minutos, charlamos de muchas cosas pero entre ellas él me contaba lo mucho que le gustaba fumarse uno con los pibes, que se reían un montón, que se colgaban y me aclaro que no robaban, que por eso estaba embroncado porque la “yuta”, como él dice, lo llevo sin motivo alguno que no hizo nada malo, que ni siquiera estaba fumado esa tarde,  que son una mierda y que él los odia, porque siempre caen injustamente él o unos de sus amigos, ¡todo porqué vivimos en un barrio de mierda!, así me dijo.  Cabe aclarar mi postura durante toda la charla fue de compinche,  escuché atenta sus expresiones, no me hice para nada la sorprendida, ni tampoco hice gestos de espantada, me mostré “piola” así me dijo él. Realmente no me imagino otra postura para que él confié en mí. Cuando él se fue me saludo, me dijo que estaban muy ricos los mates que gracias y que iba a pasar más seguido.
Ahora si ya en casa a puertas cerradas se me lleno el traste de preguntas, como a mí me gusta. Pensaba que es difícil tomar una posición si la marihuana es buena o es mala, si una mujer grande como yo ¿Tiene edad para andar metida en estos temas?,  ¿Sí será correcto lo que hago? Aunque llegué  a la humilde conclusión de que en algunos temas solo hay dos posiciones a tomar y generalmente así se definen los extremos. Está quien se posiciona en la vereda del frente señalando lo malo que es, y quien se interesa por saber, por no querer tapar el sol con un dedo, hay temas que han llegado para quedarse y uno no puede andar haciéndose el sota.
Sobre Luisito trataré de seguir charlando con él por el simple punto de que lo quiero y porqué además  de tener una posición de vieja “piola” en el fondo tengo una crianza diferente que me genera un ínfimo prejuicio, el cual me hace pensar que ojalá después no quiera probar otras cosas.  Y tampoco veo nada de malo que la próxima vez que lo vea por pura curiosidad sea yo quien le diga: -Hacé fumá-.


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