viernes, 13 de noviembre de 2015

"En caliente" por Martín Perea




¿Qué se habrá perdido? Entre los besos y las caricias se fue el tiempo y algo más. Las sábanas se enfriaron, como el calor en tus ojos, como el fuego de tus besos. Los abrazos se volvieron monótonos y un mero apretón de cuerpos. Las charlas, un compromiso. Hacer el amor parece destruirlo. Vos, sentada al lado de la ventana, mirando como las rosas se prenden fuego. Yo, tirado en el sillón esperando las cenizas. Afuera, los árboles nos lloran, nos cantan con el viento. La melodía es triste y aún así tan llena de vida. Los pájaros bailan para nosotros otra vez, tratando de animarnos. Pero los dos nos quedamos quietos. En nuestros mundos. En el silencio suenan los leños de la chimenea. Se van quebrando de forma aleatoria anunciando el fin del fuego. Alguna que otra chispa vuela hacia la alfombra tratando de revivirlo. Nuestros zapatos al lado de la fogata parecen una postal romántica. Son la ironía del frío. Cuando los veo me sacan una sonrisa, me hacen olvidar que se prenden fuego. El cuero arde majestuosamente, y contagia a la alfombra después de un rato. Y los dos sabíamos que el piso de madera no era una buena idea. Pero no nos importó. El calor se siente, pero no nos molesta, al final, el frío es más fuerte. El piso sigue ardiendo, las cortinas también. El humo me pega en la cara. Pero sigo mirando el fuego. Sigo queriendo ser él. Quiero pertenecerle. Cuando el sillón empieza calentarse me levanto. Sereno y decidido, voy a buscarte. Siento como las maderas del suelo se caen luego de cada paso. Cuando pasé por la mesa la escuché gritar, la acaricie suavemente y empezó a arder. El piano y la guitarra se confunden en las llamas, y puedo ver la música en ellas, danzando como amantes. Vos, seguís sentada al lado de la ventana. El reflejo de tus ojos es naranja fuego, pero es sólo un reflejo. Cuando te toqué el hombro, tu buzo empezó a arder. Y vos te volteaste y sonreíste. Y tu ropa arde. Y tu ropa cae. Y tu ropa es ceniza. Y cuando me tocas el pelo, mi ropa arde. Y mi ropa cae. Y mi ropa es ceniza. La casa entera se prende fuego, pero nunca nos importó. Siempre estuvo ardiendo. Y allí, entre las llamas, entre el calor, descubrí tus ojos, y esta vez son fuego puro. Y al final, el beso quema

No hay comentarios: