jueves, 14 de abril de 2016

Lunes de café, amores y puchero (cuatro historias) por Martín Perea










Lunes

Algunos días me gusta levantarme y pretender que soy otra persona. Un extraño en un cuerpo ajeno, que se robó mi cara y que parece recordar hasta el más mínimo detalle de mi vida. Y esos son los días buenos.


En un café 

Dante estaba muy enfermo. En realidad, estaba muy enamorado, pero era más fácil tratar a un paciente que a un romántico. Y mucho más fácil es tratar a alguien de loco. Según los testimonios de algunas enfermeras de aquél hospital psiquiátrico en Rosario, todos los viernes a las tres de la madrugada, Dante caminaba hasta el monumento a la bandera y se sentaba en las largas escaleras con un pedazo de pan que guardaba de la cena. Allí, cortaba trocitos y los tiraba a las palomas. Cantando canciones de Fito Paez, miraba a su amada Patria hecha estatua. Y ella ya no tenía un clavel en la mano.


Romeo y Julieta

Él nunca buscó nada, ella tampoco. Ella siempre lo evitaba, él nunca le dirigió la mirada. Nunca se conocieron. Él sufría por un amor pasado. Ella temía un amor futuro. Él, un loco sin remedio. Ella, un remedio para su locura. Él, un cuadrado perfecto. Ella, un círculo infinito. Ambos se cruzan en el semáforo de Maipú y San Jerónimo, intercambian miradas, se sonríen, y siguen caminando. Son el uno para el otro, pero no lo saben. Se olvidan en minutos, y la esperanza del mundo se derrumba de nuevo a la espera de otro amor.




Puchero

La tristeza es tanta que las gotas parecen caer de adentro. La ventana empañada por el vapor de la cacerola. En la cocina la abuela me cocina un puchero, capaz de hacer magia. Mientras busco un fundamento último para mi sentimiento, la abuela me dice: -Si se limpia bien profundo, la papa no tiene cáscara -  

Y me sonríe como si fuese una niña. Con una gota en la mejilla la abrazo tanto que me olvido si es lágrima o lluvia.




No hay comentarios: