Ayer escuché que si faltaba el aire había que escribir, y si no había
escritura y tampoco había aire, morir. El cuerpo se desvanece, duele intenso,
ahí cerca del esternón, las costillas y hasta el pulmón aprieta el corazón.
Respiro, lloro, casi sale un grito.
Doblo mi cuerpo, me agarro las piernas, miro arriba, miro abajo, cierro
los ojos. Bajo la cabeza. Dolores. De la vida, en abriles, marzos y junios
tristes. Más cuando la lluvia acompaña la sintonía de la amargura.
Seguro también hay un poco de jazz, un old love de eric clapton, un
saxo, un piano. Todo me acompaña. Al igual que la gente que se acerca y te
aprieta la mano, fuerte. Ese abrazo donde su palma endulza la espalda. Y
encuentro una respiración mutua, un suspiro. Un, es así, se transita. Nos
moldeamos. Como el agua.
Pero lo negamos... nos queremos sentir fuertes para no ver que todo lo
que se quiere agarrar, en realidad, se desliza. Como cuando jugamos con la
arena. Miles de historias, de desamores, de guerras, de dolores. En estos días
grises, abunda el sin aire. Demasiado.
Necesito escribir, sigo lo que dijo Fandermole. ¿Sino, muero? ¿A dónde
voy? Libros y responsabilidades sobre el escritorio. Mi cabeza acá y allá,
llena de denso aire, pesado. Respiro y escribo, pareciera que así se calma. Que
escucho el sonido de las teclas y el temazo que suena desde la página de
youtube.
Me distancio de la muerte. Con palabras. Y más palabras. Con respiro y
con amor. Elegí jugar en el camino del crecimiento, sino todo es aburrido. Casi
asqueroso. Pareciera que asociamos, encima, lo serio con lo prestigioso.
Ay ay ay cuanto miedo somos. Ya
nos constituye, a veces me pregunto si nos moveremos por el miedo. El hombre
lobo del hombre. Maldito hobbes y tus ideas. Tus miedos. Los nuestros. Los de
todos. Donde todo el otro es ajeno. Qué triste. Como el día gris dije. Y eso
que el otoño me encanta. Respiro de nuevo, me olvido de mi dolor. Y empiezo a
querer formular cuasiconcluiones vitales, y seguir. Con palabras y escritura, y
ese piano y portugués de mujer que ahora me acompaña. Tardes de domingo.
Conmemoración a los caídos de Malvinas. A una semana de mucho chocolate de
pascuas y abuelas. Esto termina así. Con un té. Elis Regina. Aire. Fin.
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