El olor de mamá es dulce, me
tranquiliza. Su nombre es Leticia, ella me protege del mundo que afuera espera.
Papá se llama Gustavo -huele a limón- le encanta apoyar su oído sobre mi hogar. Yo pataleo, él sonríe,
así los dos jugamos hasta cansarnos.
Es extraño, dicen que mi llanto
viene con un pan debajo del brazo o algo parecido. No sé muy bien que me espera
del otro lado del vientre, debe haber mucha gente de eso estoy seguro, escucho
ruidos todo el tiempo. Tengo miedo. Espero que papá esté ahí para cuidarme.
¿Llegaré a un lugar iluminado? Acá solo
hay oscuridad.
Pateo cuando mamá se enoja o insulta a papá por algo llamado
dinero que siempre falta, no sé qué es ni para qué sirve. De vez en cuando oigo
explosiones a mitad de noche, mamá se corre, esconde algo, papa le da órdenes
desde otro lugar. Miles de luces
azules rodean a mi familia, no las veo,
las percibo. Alguien se presenta frente ella para realizar preguntas con palabras
que no entiendo. Tengo los ojos brillosos igual que Mamá. Oigo los pasos apresurados de papá, lo
escucho saltar, gritar, otra explosión sucede. Mama grita, papá no habla.
Con mamá casi no charlamos. Todos
los días conversa con un señor que vive
en el cielo pero no responde, pide
perdón a una mujer llamada María por algo que hizo. La señora debe estar muy
enojada tampoco dice nada. Pareciera que ya no le importo a nadie. Estoy
cansado de encontrarme encerrado en este oscuro calabozo. No soy libre pero
estoy vivo.
Alguien toma mi pierna para luego
arrastrarme hacia un lugar frio, lejos de la oscuridad; la luz me marea. Ojos
desconocidos me miran, murmuran cosas, tiemblo, solo sé llorar ¿Dónde estoy?
Marcos nació el 24 de diciembre en la cárcel. Su Madre no soportó el parto. Su
padre fue asesinado en un procedimiento policial. Su destino fue el orfanato. La
soledad lo acorraló. Nunca supo quién era.
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