lunes, 17 de noviembre de 2014

El desierto Según Maxi



Jadeando, sumido en la deshidratación, las últimas gotas de sudor recorrían su frente ruborizada por el abrasivo calor. En sus pupilas la desesperación se hacia notar, aunque su cerebro certero, lógico y cuerdo ya sabía que no lo lograría, que se hundiría, que moriría y que en pocas horas no sería mas que comida para buitres. Cada paso que daba era agonía, eran siglos de reflexiones, era certeza de que moriría, eran arrepentimientos, eran llantos y gritos.
Su cuerpo había guardado agua para sus lágrimas cargadas de odio y miedo, de locura, de delirio y de sensatez. Sus pies envueltos en llamas se hundían en las dunas impasibles y cambiantes.
Mientras avanzaba, solo veía la inmensa y omnipotente blancura desértica.
¿Seria ese su fin?, en un desierto, sin nadie a su lado que lo contenga, con su alma cargada de inmensa soledad y tristeza….
¿Se merecía alguien eso?
Sin pensarlo un segundo más cayó, decidió caer, decidió aceptarlo, decidió embeberse en su destino. Mientras caía, se daba cuenta de que no sobreviviría, esa pequeña y delgada línea de esperanza se esfumo, se desintegró y evaporó…… echó a reír como nunca antes en su vida. Las horas pasaban y su cuerpo creaba ilusiones, secretaba toda clase de hormonas con el fin de acabar con el dolor, la tristeza y el miedo.
Cayó, empapado en arena se rindió, ya solo alucinaba y esperaba, tenía todo el tiempo del mundo y del universo. en el tiempo que tenía pensó y pensó, sintió, lloró y río, y se comenzó a sentir bien, contento, feliz, satisfecho, inclusive se podía decir que se sentía realizado.
Mientras esas horas empapadas en cavilaciones pasaban se dio cuenta que no estaba solo. El porque de su situación nunca se lo cuestionó, él solo existía en ese momento y disfrutaba de estar acompañado de todas las cosas hermosas del universo. Con una sonrisa en la cara, lagrimas en sus ojos, relajación en sus músculos, iluminación en su alma, su cuerpo lenta y paulatinamente comenzó a apagarse, a sumirse en la realidad que hoy le tocaba. Sus parpados se relajaron, su ritmo cardíaco disminuyó y ya no había nada más que el y la nada., la incógnita, la duda. Y de un momento a otro, sin darse cuenta ya no estaba, solo era un recuerdo de alguien que querría recordarlo. Y se fue, realizado, contento, contenido por todo eso que no era él. Ahora sería lágrimas de otros, recuerdos de aquellos que lo quisieran recordar, o tal vez no. Tal vez nadie lo recordaría, lo más probable es que simplemente se perdiera de una vez y por todas en esa nada, diluyéndose en el zumbido del viento pasando entre las copas de los arboles, en el susurro de la oscuridad por la noche, en el rocío que inunda los pulmones de hierba fresca en las frías mañanas. En nada y todo a la vez.
Sea humilde y no se confunda, la humanidad también es prescindible.
Maximiliano banfi

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