sábado, 23 de junio de 2012

Proyecciones (corregido)






                                                                                                               


Y porque está todo bien,
pero no está todo bien
¿bien para quién?
 La hermana menor- avenida de los Ginkos


Peina su bigote italiano luego descubre su arrugado rostro frente al espejo y acaricia su luminosa calvicie.  Escucha el ronquido de su esposa mientras camina encorvado hacia la cocina.

Calienta  agua en la pava y busca el paquete de yerba; lo huele, lo agita cinco veces para quitarle todo ese oscuro polvo de duendes inquietos. Limpia la bombilla, busca su mate de madera elaborado en el desierto de almas.

-Mirasierras murió desde que la lluvia terminó- piensa mientras observa  cómo los rayos de sol queman un árbol seco.

Retira el agua del fuego antes de que hierva, antes de que sea imposible seguir con vida. Se sorprende al ver a su mujer sobre la mesa con los ojos todavía dormidos, con los fantasmas todavía sin desvanecer.

-Anoche me soñé observándome- comenta él cebando el primer mate

-Hoy es martes. Los martes va poca gente a la calesita- contesta ella con sus ojos clavados en las marcas de humedad de la pared. Escucha el volar de una mosca

-Fue un sueño extraño, hacia algo que nunca había realizado o todavía no hice- Recuerda él.

Piensa en ese instante que se desvaneció con el sonar del despertador.

-La situación está cada vez peor- replica ella.
Contempla el sol de invierno.

-No te preocupes- responde él. Piensa en sus sueños

Camina despacio hacia la plaza y cubre su rostro con una bufanda tejida por los hilos del adiós.

repite.

Enciende la calesita, los caballos, las carretas, los autos giran de manera circular, al compás de una dulce canción.

Una pareja de enamorados se abraza frente al viejo de bigotes italianos. Él le jura cosas imposibles, en un lenguaje imposible al oído. Ella responde con una sonrisa, con ojos enamorados, con mejillas coloradas.

A lo lejos, en el horizonte de un seco césped amarillo, un hombre de ojos cansados, barba descuidada, con lágrimas secas sobre sus viejas mejillas pálidas, con la pitada final  de un cigarrillo sobre su boca, los observa para luego confesar:

 -el amor es una ausencia que nunca se completa-

Se aleja del lugar, lanza su vieja colilla sobre el suelo. Un viento afilado, desolado,  intenta derrumbarlo. El helado invierno lo deja solo en una ciudad con amores ajenos. El vacío es insoportable, lee en el suelo. Acaricia el caer de una hoja amarilla.

El hombre de ojos cansados se descubre en una avenida  abandonada por la vida. Se detiene frente al teatro viejo. Los ladrillos del edificio se caen y  las puertas están cubiertas por maderas húmedas. Deambula por las escaleras, se pierde en  las sombras  del teatro abandonado.

El suelo se encuentra cubierto de polvo, de polillas muertas, de cucarachas inquietas. Sus ojos, su alma, se acostumbran a la oscuridad. Un gato negro se cruza entre sus piernas.

Las telas de araña le producen una tos seca, enciende un cigarrillo. El fuego de los fósforos ilumina el hall. Rodeado de butacas los pasos del hombre con ojos cansados, hacen gritar la madera, algunos restos de pared caen sobre el suelo. Se sienta sobre la  butaca negra ubicada en el centro del lugar.
Escucha el encendido de la cámara, la cinta rueda sobre la pantalla amarilla. Se dibujan ciertas manchas negras en la imagen. En esa proyección mira   el horizonte del seco césped amarillo,  sobre el banco, un hombre de ojos cansados, barba descuidada, con lágrimas secas sobre sus viejas mejillas pálidas, con la pitada final de un cigarrillo sobre su boca, los observa para luego confesar:

 -el amor es una ausencia que nunca se completa-

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