Después de decidir quedarse
afuera de la vida, de contemplar el mundo sin pasión, de respirar el aire
místico de Machu Pichu, de ver al dolor como una compañía permanente, de cargar
sobre sus hombros el terrible peso del pasado, de maldecir la debilidad de sus
huesos.
Después de haber observado como
el diablo quemaba esos versos perfectos, ese sublime poema donde se reivindica
el pecado, donde se describía la grandeza del riesgo de equivocarse, donde se
re significaban los fuegos del infierno.
Después de vivir el adiós más
hermoso del mundo, de perderse por las calles donde la maga lloró alguna vez en
silencio a Rocamadour, de matar a los dragones de la atlántica, de aprender
todas las lenguas del mundo, las vivas, las muertas, las que mañana dejaran de
existir.
Después de comprender las
palabras del popol-vuh, de cruzar el océano pacifico en una balsa de madera, de
hundir el submarino del capitán Nemo, de
andar desnudo por las selvas de la amazona, de haber amado ese barranco
insoportable.
Después de responder a los
secretos de la alquimia, de naufragar por los desiertos de Arizona, de ahogarse
por las calles de mirasierras, de escuchar el último solo de Charlie Parker, de
percibir el volar de los ángeles, de haberse preguntado tantas veces ¿Por qué?.
Después de haber hallado a Dios,
de maldecirla, de jugar un partido de ajedrez con ella (Perder, blasfermarla),
de enfrentar los espíritus de Haití, de beber un café amargo con el general
Aureliano Buen Día, de llorar por el final de un siglo cubierto de sangre.
Después de encontrar, de llegar
al lugar donde nace la lluvia, de no vislumbrar los secretos de la biblioteca
de babel, de abrazar el cadáver de Cristo, de fumar un habano junto a Fidel, de
respirar el puerto donde alguna vez desembarcó Oliveira.
Después de quebrar su alma frente
a un amanecer en tierra del fuego, de resucitar su corazón con las notas de
Piazzola (Romance del diablo), de enfrentar al sádico Baal en Hiroshima, de
sufrir la terrible desesperación de
quien nunca leerá todos los libros escritos en la historia.
Después de fracasar en inacabables
batallas por un amanecer sin penas, de congojarse al saber que las personas
construyen inmensas e invisibles cárceles sin siquiera preguntárselo, de cantar
aquellas canciones que ennoblecen al ser, después de let it be.
Después de entender al azar o al
destino (Todavía no está seguro), como un tesoro oculto, como un relato tierno,
de contemplar el final de un mundo sin sentido, de sufrir una dolorosa
impotencia frente al hundimiento de
macondo, de odiar al sol.
Después de decidir finalmente
(Luego de infinitas dudas, de insoportables esperas) volver al viaje de la
vida, de desesperarse frente a la mujer a quien le entregó su corazón, después
de comer mierda, después de todo…, el capitán melancolía, se sentó sobre el
borde de la ventana, encendió su pipa de madera negra, observó el mar.
Después, susurró esa vieja canción expresada en una
lengua muerta que ya nadie hablaba- How many roads must a man walk down, before
they call him a man?- con la paciencia
de quien ama sin ser amado. El disco no se detenía, la lluvia tampoco.
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