sábado, 6 de noviembre de 2010

el dictador invisible


Díganme que no me equivoque- les suplica Diógenes en la puerta- ¿Cómo? ¿Qué?- pregunta confundido Lucio. –A usted lo conozco- explica Luna. –Eso no importa, solo díganme que no me equivoque. ¿Realmente se aman?- Pregunta el filosofo de mirada triste. Un eterno silencio rodea a los tres personajes, Diógenes tiembla. –Eso a usted no le importa- responde Lucio, toma del brazo a Luna y cruzan la opresora puerta del edificio de egresados, del dictador invisible. –Si logran superar esto, mis miedos se habrán acabado- Piensa Diógenes encendiendo un cigarro.
Dentro del poderoso edificio burocrático no hay grafitis desesperados, ni miserables ladrillos mal pintados, Ni siquiera hay un pato color arco iris. Solo de levantan muros cubiertos por un opaco blanco. Un sucio suelo gris cubre los pasos de los amantes desconocidos. El silencio es perturbador. La única música existente es sonido de impresoras y sellos de tinta.
En la recepción un cartel explica “camine hasta el fondo del pasillo, al llegar siga la flecha” Lucio y Luna respetan las indicaciones con una fe ciega. Deambulan por un corredor angosto iluminado por tubos fluorescentes. Un PARE gris marca el final del recorrido, arriba de él infinitas flechas con direcciones opuestas, marcan diversos caminos. – ¿Ahora a donde vamos?- pregunta él. –No se analicemos estadísticamente las diversas opciones- Responde ella. Luego de analizar las diversas opciones, luego de haber transcurrido veinte minutos de reloj, deciden seguir la flecha que dice tercer pasillo a la izquierda, segunda puerta a la derecha, cuarta escalera a la izquierda. Otra pregunta los inquieta ¿Cuál de estos pasillos es el tercero si ninguno tiene numeración. Piensan una respuesta posible. Intentan recordar el orden de numeración de las oficinas del estado. Con esfuerzo y tristeza, lo recuerdan pero no saben si esa es la numeración de las oficinas nacionales, provinciales, o municipales, se asustan. Cuentan los corredores, están en el número tres, cuentan las puertas, entran en la número dos, cuentan las escaleras, ascienden por la número cuatro. Esta se encuentra empinada, mal terminada, asciende y desciende permanentemente, no existen ventanas ni puertas en el andar errante de los enamorados. No saben si llegaron arriba o abajo están mareados. Al salón donde llegan, un millón de bancos los reciben, en un costado lateral un monitor dibuja números para ser atendidos. Otro dilema los inquieta, ¿Dónde se sacan números? Observan como una vieja en un estante reparte papelitos color celeste.-Buenos días necesito un numero- saluda Luna. O claro, claro responde ella primero debes llenar este formulario, luego me lo entregas y yo te devuelvo un numero- ¿Entendió?- Pregunta la vieja explicando didácticamente. Ambos se sientan en un banco gris de madera.
Luna le entrega el formulario completo a la vieja de anteojos, ella el numero 166, el monitor marca el numero 66. Lucio se encuentra nervioso, intenta encender un cigarrillo, una mano invisible lo detiene, luego ordena: No se puede fumar en edificios públicos. El triste Lucio maldice al estado.
Arbitrariamente el numero 166 surge en el monitor-No fue tan grave como pensábamos- comenta Luna. Cruzan una puerta de cristal llegando a una pequeña habitación donde incontables sujetos apretados y traspirados esperan ser atendidos por un estado invisible. Un hombre encorvado se le acerca a Luna entregándole un boleto-Espere su turno señorita- Ella asiente en silencio. Sobre un patíbulo un hombre de traje negro camisa blanca y corbata negra grita por un altoparlante los números. Otra vez deben esperar.
El turno de Luna llega. Avanzan hacia la ventanilla de vidrio, una señora de permanente roja los recibe.-buenas días, vengo a buscar mi diploma- -Claro cómo no. Su nombre por favor- -María Pedemonte- Responde Luna -Ah sí, si acá esta. Su número de cuota Por favor- -Este… no me acuerdo- -Lo necesito señorita Pedemonte sino no puedo entregarle su diploma- -Pero en la computadora aparece que ya pagué- -si pero necesito su número para poder darle su certificado con el cual va a poder retirar su diploma en piso número siete- -Pero no lo sé- -Lo siento señorita si no me entrega el numero no le doy el comprobante- -¿Pero porque?- -Porque las cosas siempre se hicieron así- -¿Existe alguna solución?- -Si pagando otra vez la cuota señora Pedemonte, en el banco de ciudad universitaria, no olvide traerme el numero o no va a recibir el comprobante- -¿Pagar otra vez?- -Si otra vez señorita Pedemonte- -Esta bien entrégueme la boleta- - Como no señora Pedemonte, esta es su factura-.
Están saliendo por donde entraron pero una mano pálida y temblorosa los detiene- Deben salir por el ascensor- Les ordena cortésmente. En el interior del ascensor no existen botones, ni pantallas, las paredes son cubiertas por sucios espejos. Ellos no saben si están subiendo o bajando, no saben si el ascensor esta en movimiento o quieto. –Triste pasar nuestras últimas horas dentro del ascensor ¿no María?- -No me digas María ese no es mi nombre y lo sabes muy bien. No seas tan negativo, lo importante es que estamos juntos-Responde Luna tomando la mano de él.
La puerta se abre, una fuerza invisible los expulsa hacia afuera del ascensor. La avenida Valparaiso surge frente a los ojos de ellos. Esperan en la infinita fila del banco provincia. Luna entrega unos billetes arrugados, a cambio recibe un comprobante. Ya no se llama María, ni Luna, es ahora 09714, es ahora un comprobante.
El aire disminuye, el perfume a tinta y papel viejo se huele en el torturador edificio burocrático Un guardia sin cabello los observa masticando una medialuna. Lucio y Luna observan el lugar por segunda vez. En la recepción un cartel explica “camine hasta el fondo del pasillo, al llegar siga la flecha” Lucio y Luna respetan las indicaciones con una fe ciega. Deambulan por un corredor angosto iluminado por tubos fluorescentes. Un PARE gris marca el final del recorrido, arriba de él infinitas flechas con direcciones opuestas, marcan diversos caminos. – ¿Ahora a donde vamos?- pregunta él. –No se analicemos estadísticamente las diversas opciones- Responde ella. Luego de analizar las diversas opciones, luego de haber transcurrido veinte minutos de reloj, deciden seguir la flecha que dice tercer pasillo a la izquierda, segunda puerta a la derecha, cuarta escalera a la izquierda. Otra pregunta los inquieta ¿Cuál de estos pasillos es el tercero si ninguno tiene numeración. Piensan una respuesta posible. Intentan recordar el orden de numeración de las oficinas del estado. Con esfuerzo y tristeza, lo recuerdan pero no saben si esa es la numeración de las oficinas nacionales, provinciales, o municipales, se asustan. Cuentan los corredores, están en el número tres, cuentan las puertas, entran en la número dos, cuentan las escaleras, ascienden por la número cuatro. Esta se encuentra empinada, mal terminada, asciende y desciende permanentemente, no existen ventanas ni puertas en el andar errante de los enamorados. No saben si llegaron arriba o abajo están mareados. Al salón donde llegan, un millón de bancos los reciben, en un costado lateral un monitor dibuja números para ser atendidos. Otro dilema los inquieta, ¿Dónde se sacan números? Observan como una vieja en un estante reparte papelitos color celeste.-Buenos días necesito un numero- saluda Luna. O claro, claro responde ella primero debes llenar este formulario, luego me lo entregas y yo te devuelvo un numero- ¿Entendió?- Pregunta la vieja explicando didácticamente. Ambos se sientan en un banco gris de madera.
Luna le entrega el formulario completo a la vieja de anteojos, ella el numero 979, el monitor marca el numero 1. Lucio se encuentra nervioso, intenta encender un cigarrillo, una mano invisible lo detiene, luego ordena: No se puede fumar en edificios públicos. El triste Lucio maldice al estado.
Arbitrariamente el numero 979 surge en el monitor-No fue tan grave como pensábamos- comenta Luna. Cruzan una puerta de cristal llegando a una pequeña habitación donde incontables sujetos apretados y traspirados esperan ser atendidos por un estado invisible. Un hombre encorvado se le acerca a Luna entregándole un boleto-Espere su turno señorita- Ella asiente en silencio. Sobre un patíbulo un hombre de traje negro camisa blanca y corbata negra grita por un altoparlante los números. Otra vez deben esperar.
El turno de Luna llega. Avanzan hacia la ventanilla de vidrio, una señora de permanente roja los recibe –acá esta el numero- Explica ofuscada Luna sin siquiera decir hola –Claro cómo no, su nombre es- -Ya lo tiene- -Igual necesito anotarlo de vuelta- -¿Por qué?- -Porque las cosas siempre se hicieron así- -Mi nombre es María Pedemonte- -Muy bien, muy bien. Su número de cuenta- -09714- -Ah sí, ah sí. Ahora debe entrar por esa puerta gris de aquel rincón ¿La observa?- -Si- -Bien luego entra en la tercera puerta a la izquierda, asciende por la escalera hasta llegar al piso siete, toma el ascensor y marca el piso trece. Abre la octava puerta, en ese lugar usted entrega este papel y le van a otorgar el diploma. ¿Entendió señora Pedemonte?- -Si más o menos-Responde Luna mareada.
Lucio y Luna siguen las indicaciones de una funcionaria pública con permanente colorada. En una oficina color amarillo un señor de anteojos gruesos los saluda. Ella le entrega un papel. Muy bien señorita ahora deberá rendir un examen para comprobar que usted es apta para el ejercicio de la profesión. -Pero si para eso estudie- -Si pero cuando surgió la carrera existían muchos hombres de mala fe, ¿usted me entiende verdad?- -Para están las matriculas- -si pero igual- -¿porque lo hacen entonces?- Pregunta Luna indignada –Porque siempre si hizo asi. Por favor complete este parcial. Luego de tres horas Luna termina el examen, una computadora lo reciba, lo aprueba. –Cambia la tecnología pero no los estúpidos métodos del sistema- Piensa ella deseando los labios de Lucio.
Le entregan una hoja amarilla, una pálida mano blanca le ordena-¿Observa la primera puerta a la derecha de cristal? Señorita- -Si- -Bueno crúcela descienda por la escalera, atraviese la puerta número 78 del lado izquierdo, ascienda hasta el piso numero 14 y camine por las baldosas de cemento gris, doble por la tercera puerta a la izquierda, descienda por la escalera de hierro, entre al ascensor, marque el piso menos 9 allí entre este papel amarillo, luego le van a entregar su diploma ¿Entendió, señorita Pedemonte?- -No lo sé, no lo sé-.
Luna esta mareada, cansada, siente nauseas, Lucio la tranquiliza, le recuerda lo miserable del mundo burocrático y que nada puede apagar esa hermosa luz de luna que lleva. La abraza, acaricia sus labios, le besa el cuello y siguen las instrucciones idiotas del dictador invisible.
Llegan a un pequeño y sucio despacho, un hombre de bigotes largo los recibe- Ejem, buenas tardes señorita, ejem, creo que tiene algo para mí, ejem- -Oh si- responde ella confundida entregándole el papel arrugado-Excelente, ejem, pase, ejem, a mi despacho, ejem- Luna entra a una pequeña oficina con paredes de madera, se recuesta sobre un diván. El hombre de bigotes largos se sienta detrás de ella- cuénteme sobre su padre-. El test psicológico termina-Muy bien señorita, ahora retire el diploma con este papel colorado que le entrego- -¿A dónde lo retiró?- Cruza esa puerta de cristal, va a llegar a la recepción, entrega el papel y obtiene su diploma-
Lucio y Luna cruzan el pasillo, una mujer hermosa en recepción, les entrega el diploma, Luna llora emocionada, tiene su diploma, esta abrazada a Lucio, pero al mismo tiempo sabe que el colectivo está por llegar y dentro de unas horas ya no lo verá más, nunca más. Se perderá en un éxodo eterno, vivirá en un invierno oscuro en lo que le queda de vida, dormirá en una cama ajena, abrazará unos brazos de hierro, caerá en un abismo perpetua, al pensar todo, sus lágrimas se escurren por todo su cuerpo, un lunar surge en la mejilla izquierda de Luna, el mundo no se termina, pero la vida de ella…

TE ESTAN MATANDO TODOS LOS DIAS, ¿QUE PENSAS HACER?






Lukas 6 de Noviembre del 2010



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